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Aparición mariana en la lavadora

The purple ladies presenta el el Festival Fringe una reflexión sobre el futuro y las capacidades

Con un sentido del humor muy británico, las dos componentes de la compañía The purple ladies, que visita por primera vez Madrid, tienen un cierto reconocimiento ya en los ambientes londinenses del teatro alternativo. Irónicas, despiadadas con el entorno, con las ideas muy claras, las artistas plantan un fresco asequible, de elementos cotidianos: lavadora, mesilla, butacón, cuerdas con ropa tendida, fregona y fantasías.

Toda la ropa del atrezo está sospechosamente teñida de malva-violeta, como si se hubiera cometido un error en la colada. De la lavadora salen y salen prendas hasta que, de una de ellas, una sábana, emerge una aparición: es la Inmaculada (un poco violeta, eso sí) y así comienza un juego cómplice entre la estantigua y la esforzada ama de hogar. Es un juego íntimo y algo perverso con la soledad de sus paredes, el desaliño y la frustración.

A pesar de que ambas mujeres tienen un lenguaje corporal limitado y diríase que ajustado a lo conceptual, la performance fluye con sus ocasionales chispazos, como cuando la protagonista hojea el libro de las posibilidades humanas, y aparecen proyectadas en una sábana las imágenes de su propio logro imaginario: como cosmonauta, como bailarina de ballet en tutú, como la reina de Inglaterra con corona, como mujer de la campiña con azada. La idea de que puedes ser todo lo que te propongas con tu imaginación, por febril que sea, abona la ilusión de la visita divina como una alternativa desesperada a la alineación, al pesado drama doméstico.

HUMAN POSSIBILITIES

The purple ladies. Coreografía y performer: Lina Jungergard y Christelle Lafille; vídeo: Prash Visweswaran; música: Moa-Lina Croall, Nina Hagen y otros. Cuartel del Conde Duque. 3 de agosto.

Por fin, la aparición, que juega con desigual fortuna a las acrobacias con cintas, compone dúo con la heroína en bata y cantan la Canción de las mujeres en estado de gracia, una especie de decálogo de intenciones donde la resignación ha dado paso al delirio, como si la enajenación doméstica pudiera decorarse de violeta (con algunos toques chillones de purpurina) para huir de ella. Jungergard y Lafille creen voluntariosamente en lo que hacen, se las respira comprometidas con un formato que acaso no pase de moda nunca y cuya capacidad comunicativa lo dibuja muy adecuado para estos tiempos duros.

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