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Debate en un mundo imperfecto

Los Diálogos de Iruaritz se convierten de nuevo en una ‘cumbre de sabios’ para analizar en Lezama la compleja situación económica y política

Luis Lezama (en el centro), con otros participantes en las jornadas de diálogo.
Luis Lezama (en el centro), con otros participantes en las jornadas de diálogo.LUIS ALBERTO GARCÍA

“El mundo no tiene arreglo, pero hay que tratar de hacerlo lo mejor posible”. Con esta filosofía, entre parcelas salpicadas del oro de los rastrojos, de frondosos robledales y del silencio al que acostumbra uno de los rincones verdes de Euskadi, en Lezama (Álava), comenzó anteayer la ya tradicional cumbre de sabios de los Diálogos de Iruaritz, una cita de tres días en la que personalidades de todo el mundo debaten dentro de una ermita sobre los grandes retos que acechan a la sociedad.

La frase es de Luis Lezama, cura y organizador de las jornadas que cada año acercan a Euskadi a figuras como el arzobispo de Dublín Diarmund Martin, o el exministro de Finanzas japonés, Utsumi Makoto, pasando por otros como el economista Guillermo de la Dehesa. Con el interrogante de hacia qué sociedad y qué mundo avanzamos como eje central, una parte importante del debate —desarrollado sin la traducción simultánea de otros años a causa de los inevitables recortes y a caballo entre el castellano, el inglés y el francés— se centró ayer irremediablemente en la situación económica de países como España y sus problemas concretos.

Grandes debates cargados de dosis de sinceridad, tal y como resalta el exdirector del Fondo Monetario Internacional Michel Camdessus, anfitrión de los primeros encuentros en su casa de Bayona, en 1996. Son diálogos trascendentales con la familiaridad de un nutrido grupo cuyo germen nació en Washington en 1988, donde vivían algunos de ellos, con los que afloran interrogantes.

Uno de ellos fue cuál es el punto sobre el que puede manar esa nueva sociedad, esas nuevas formas de hacer que permitan superar el bache actual. Según Luis Lezama, ese punto es la educación. Esta es, según reseñó por la mañana, “la base crítica para remodelar la economía”, una educación que, a su juicio, debería estar basada en el aprendizaje personalizado. O, dicho de otro modo, lejos de las clases magistrales, cortadas por el patrón de las necesidades de otra época, la del trabajo en cadena en una fábrica, la de la mano de obra homogénea.

La Fundación Lezama pone en marcha un nuevo proyecto educativo

La Fundación Lezama, organizadora del evento, ha puesto en marcha un proyecto en este sentido, para que el profesor pase a ser quien oriente y proponga al estudiante, para que en cada clase cada alumno tenga su ritmo y sus habilidades.

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En la tarde de ayer, otro de los interrogantes fue la aparente contradicción de España, un país con una tasa de paro del 24,6%, que a ojos de algunos de los ponentes, mantiene un tren de vida que para otras sociedades con cifras similares sería imposible.

La razón no es otra, concluyeron, que la economía sumergida, que soporta a una parte de la sociedad que las estadísticas sitúan rozando situaciones de pobreza.

Unos como el empresario Manuel Rodríguez relataron la dificultad que supone para compañías que se hallan completamente en regla para competir con actividades económicas del ámbito informal que escapan del control y las obligaciones fiscales y que tienen mayores márgenes para reducir los precios. Mientras, otros, como el arzobispo de Dublín, apuntaban a que la economía sumergida permite subsistir a personas que no podrían salir adelante en el sistema legalmente establecido.

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