“El teatro es un derecho, y nos lo están quitando”
“A pesar de todo, para mí no es una carga. Prefiero que me feliciten. Tengo muchas ganas de coger el timón y continuar el trabajo de Morris
Si aceptase el pésame, tendría que dimitir mañana mismo”, tercia Toño Casais (Cee, 1976) al otro lado del teléfono nada más descorchar la conversación. Acaba de estrenarse como presidente de la Asociación de Actores e Actrices de Galicia (AAAG) en sustitución de Antonio Durán Morrisy sabe que es un momento duro para el gremio. Da igual el palo que se toque. Se mire para donde se mire, el sector tirita. “A pesar de todo, para mí no es una carga. Prefiero que me feliciten. Tengo muchas ganas de coger el timón y continuar el trabajo de Morris, que ha sido espectacular”.
Casais encabeza desde la asamblea general del pasado 8 de julio una directiva parcialmente renovada. Le acompañan Casilda Alfaro como vicepresidenta, Guillermo Carbajo como secretario y nueve profesionales más al frente de otras tantas vocalías: Camila Bossa, Alejandro Carro, Victoria Pérez, Lucía Regueiro, Mónica García, Vicente de Souza, Josito Porto, Déborah Vukusic y el ya expresidente Antonio Durán Morris. La mitad de los miembros se incorpora por primera vez.
“De momento tengo muy pocos enemigos, por no decir ninguno”, bromea el actor. “En parte, eso es lo que se busca en estos casos: una persona de consenso, no demasiado quemada, y un buen equipo como el que tenemos. De las negociaciones y las reivindicaciones siempre se sale con algún enfrentamiento, al fin y al cabo eres la cabeza visible, pero yo soy optimista. Los actores y las actrices somos gente muy civilizada, trabajamos en común y estamos más unidos que antes”.
Casais recuerda que el espíritu crítico y el teatro han sido indisociables a lo largo de la historia, aunque confiesa que la profesión carga aquí y ahora con un equipaje a menudo poco agradecido. “A todos nos gustaría estar menos en los despachos, que es la parte más árida de este mundo, y más en los escenarios, pero no nos dejan”, argumenta. “Sería más fácil si no tuviésemos que estar continuamente en lucha, pero es lo que hay. El teatro es un derecho y nos lo están quitando”.
Queda poco para que Alberto Núñez Feijóo agote su legislatura, voraz en el recorte del gasto público en cultura, y el sector de la interpretación arrastra materias pendientes desde el primer minuto. Casi todas tienen que ver con facturas pendientes de pago, subvenciones bajo sospecha permanente, falta de apoyo institucional y apreturas presupuestarias como las que han dejado el Centro Dramático Galego (CDG) convertido en una caricatura de lo que solía ser.
“Puede parecer que el único problema del teatro es el dinero, pero no es cierto”, apura el actor. “Las dificultades que padecemos se derivan una mala administración política. Antes se regalaba teatro en cualquier pueblo, todo gratis, y ahora queremos cobrar de golpe 10 euros por espectáculo. Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y esto no funciona así, y menos ahora, con los problemas económicos que tiene la gente. Es una cuestión de educación, más lenta”.
Casais todavía no tiene hoja de ruta, pero sí una filosofía rotunda: “Romperemos cuando lo haga la otra parte; mientras tanto, seguiremos por la vía del diálogo, y no nos vamos a cansar nunca. Manifestarse cada dos por tres puede llegar a ser negativo para nosotros, así que estaremos donde nos corresponde, sea en la plataforma de las artes escénicas, sea en el consejo asesor del CDG”.
La profesión confía en tener un protagonismo especial el próximo año, al calor del Día das Letras Galegas que la Real Academia Galega dedicará al dramaturgo Roberto Vidal Bolaño (1950-2002), pero no tanto como para competir con la “incineradora de fondos públicos” instalada en lo alto del monte Gaiás. “La Cidade da Cultura es obscena, peor que un insulto: hay que cerrarla y listo, cada uno para su casa y que crezca la hierba. No hacen más que dar palos de ciego”.
Ni siquiera el flamante Plan Gaiás, que propone restar espacio al Arquivo de Galicia para dárselo a un nuevo vivero de empresas culturales, convence al presidente de AAAG. “Eso es como alquilar naves en un polígono industrial para ahorrar dinero, no le veo la utilidad”, despacha. “Construir el mamotreto fue caro, y darle sentido también va a serlo. Soy el primer interesado en que acierten, ojo, y me encantaría que este plan fuese la solución definitiva. Fe, eso sí, no tengo ninguna”.
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