Claves jacobeas en el corazón madrileño
El convento de las Comendadoras y el arranque del Camino de Santiago en la iglesia que lleva su nombre son dos de los principales hitos hacia Compostela
El convento de las Comendadoras de Santiago, entre las calles del Acuerdo, Quiñones y Montserrat, junto a San Bernardo, posee la más potente imagen en la ciudad de Santiago, el apóstol cristiano cuya fiesta se conmemora esta semana. Es un lienzo de Lucas Jordán pintado en 1695 con tonos azul lapislázuli, que mide 7,60 metros de altura por 3,80 de anchura. Representa al Hijo del Trueno, así lo apodó Jesús de Nazaret, en la mítica batalla de Clavijo, librada en 844 en la campa riojana entre huestes de Abderramán II y mesnadas de Ramiro I de Asturias. Santiago vuela a galope tendido y blande espada, imponente y enérgico. La temible leyenda le atribuye haber dado muerte allí a 77.000 sarracenos.
Desde décadas antes, la presencia jacobea en España, concretamente en Galicia, se daba por hecha, al hallarse entonces en la costa gallega un sepulcro a la deriva en una pétrea barca que contenía el cuerpo, decapitado y con la cabeza bajo el brazo, del apóstol de Cristo. De allí arrancó la advocación a Santiago y su famoso Camino a Compostela —propiamente la primera ruta turística europea y distante 670 kilómetros de la Puerta del Sol— que cuenta con una senda propia, de 77 kilómetros, a través del territorio de la Comunidad de Madrid. La Asociación de Amigos del Camino de Santiago ha cumplido ahora 25 años.
La senda ha sido transitada, hasta marzo de 2012, por 10.000 peregrinos, según fuentes del Gobierno regional, que ha dotado al camino madrileño de siete mesas informativas, 19 fuentes y 30 puntos de acreditación para los caminantes. Asimismo, ha rehabilitado la ermita de Peña Sacra, visitable en Manzanares el Real. Trece hoteles de la región hacen descuentos especiales a los peregrinos, que cruzan los términos municipales de Tres Cantos, Colmenar Viejo, Manzanares el Real, El Boalo, Cerceda, Matalpino, Becerril de la Sierra, Cercedilla y el puerto de la Fuenfría, a 1.790 metros de altitud; se adentra luego en Segovia, prosigue por Tierra de Campos y culmina en la iglesia de San Tirso de Sahagún, en León. Allí, la senda empalma con el Camino de Santiago francés, que baja de Roncesvalles, y con el camino que viene de Somport.
Un recorrido jacobeo por Madrid, organizado anual y gratuitamente por la Oficina Municipal de Turismo de Madrid, parte a media tarde de la Casa de la Panadería en la plaza Mayor y culmina dos horas después en la plaza de la Villa; surca algunos de los enclaves santiaguinos más importantes, singularizados por dos símbolos: la cruz roja de tres flores de lis, con la punta de la espada troncal hacia abajo, y la vieira, la concha de los peregrinos. Ambos tachonan los muros de algunas iglesias madrileñas, como la catedral de la Almudena, donde se venera un Cristo del Buen Camino. La explicación de la ruta la brindan los guías Jesús Morón y Virginia González, que hacen proseguir el camino por la Casa de Campo y El Escorial.
No toda la presencia jacobea en Madrid tiene tan belicosa representación como la del lienzo de Santiago, apodado "matamoros", del convento de las Comendadoras donde, por cierto, sesionan los 60 caballeros —“ricoshombres religiosos", como los denomina el periodista Jesús de las Heras en un reciente libro sobre esta fratría— que conforman hoy aquí la Orden de Santiago. Su asociación “para promover la fe, socorrer a los enfermos y ayudar a los peregrinos” se remonta al año 1170. Francisco de Quevedo y Diego Velázquez lucieron en su pecho la roja cruz de caballeros. Las pautas en esta Orden otrora religioso-militar y hoy civil son tan singulares como para haber despojado de su membrecía a uno de sus caballeros tras una demanda de divorcio.
En el mismo conjunto conventual de las Comendadoras de Santiago —donde el enorme cuadro reposa tumbado sobre un bastidor leonardesco ideado por la arquitecta-restauradora Emmanuela Gamibini—, se encuentra una rara talla del siglo XVII. Santiago el Mayor se muestra sentado sobre una silla gestatoria de Pontífice de la Iglesia. Esta representación jacobea es realmente única, ya que el apóstol Santiago nunca fue Papa.
A salvo de dilemas doctrinales al respecto, la imagen sedente da idea de la potencia icónica del Hijo del Trueno en la capital del reino que le tiene por patrón y que cuenta en la iglesia de Santiago, en la plaza contigua a la de Ramales, no lejos del Palacio Real, con el arranque del camino jacobeo madrileño. Pese a ello, es más potente la entidad santiaguina del convento de las Comendadoras, cuya cúpula y sendas torres achapiteladas —así como su zaguán— fueron restaurados en 18 meses, hasta el pasado 12 de abril, con 25.000 lamas de zinc y pintura de polvo de rojo ladrillo por el equipo que dirige Emmanuela Gambini, del que forman parte Beatriz Aguilera y Jaime Alberdi, en la primera fase de un proyecto con financiación del Gobierno regional, el Ministerio de Fomento y Fundación Caja Madrid. En una segunda fase culminarán las obras del templo conventual en cuyo altar mayor se reinstalará el gran lienzo de Lucas Jordán, pintor de la Corte de Carlos II.
Los lugareños y forasteros que emprenden desde Madrid la ruta compostelana recorren por vías pecuarias bellísimos parajes naturales, cruzan arroyos cristalinos como el de Lazalailla, cerca de Matalpino y divisan masas arboladas verdeoscuras y azules horizontes. En las noches claras y estrelladas, les cabe también columbrar la Vía Láctea, a la cual la astronomía popular le asigna la llevadera tarea de bienguiar a los peregrinos hasta la ansiada Compostela.
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