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CRÍTICA TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Manto de silencio sobre los maquis

Rubén Buren aborda en 'Maquis' el romanticismo de los guerrilleros que imaginaron una España libre de la dictadura franquista

Javier Vallejo

Otra sorpresa bonita en frasco pequeño. Maquis, de Rubén Buren, es un drama vibrante, inteligentemente dirigido por Paloma Pérez Montoro, sobre la actividad de las partidas de guerrilleros que se enfrentaron al franquismo con la esperanza de que, vencidos Hitler y Mussolini, los aliados apoyaran un levantamiento civil contra el régimen.

MAQUIS

Autor: Rubén Buren. Intérpretes: Álex Cremades, Marta Zubiría, Igor Estévez, Ana Salas… Dirección: Paloma Pérez Montoro. Compañía: Serindipia Teatro. Teatro Lagrada. Del 24 al 29 de julio.

Buren empieza la obra en alto (Anselmo, maqui hijo de boticario, incapaz de ejecutar al capitán de la Guardia Civil que apresaron anoche, busca una salida), mantiene el interés de las escenas sucesivas a pulso, hace avanzar la acción interna y externa sin retórica, y sortea los bajíos melodramáticos con pericia, salvo, quizá, el último, que coincide con el final del espectáculo.

A través de un grupo de emboscados y de una de las familias que les proporciona información y alimento, Maquis refleja sumaria pero certeramente las inquietudes y esperanzas de millares de españoles que se echaron al monte durante la posguerra, pero, sobre todo, las de decenas de miles de familiares, amigos y simpatizantes que les sirvieron de enlace, arriesgando en ello su integridad, representados en esta función por Sagra (enamorada de Anselmo), su cuñada Adela (viuda de un combatiente anarquista) y Pilar, madre del difunto y de la chiquilla.

Sagra es (excúsenme el pareado) el personaje bisagra entre el mundo masculino de la guerrilla y el pueblo, representado por sus viudas, pero también un personaje símbolo donde se yuxtaponen y contradicen la herencia ultracatólica y el deseo de abolir un orden lineal heredado de la sociedad estamental. Raquel Mirón, su intérprete, da admirablemente la imagen de encantadora mujer niña con la ilusión todavía intacta. Paloma Pérez Montoro expresa con exactitud la doblez de su madre, representante del conservadurismo y la sumisión campesinos. Lidia de Nova (la combativa Adela) completa una tríada protagonista femenina potente, contrapunteada con eficacia por las otras intérpretes y por un contrastado grupo masculino en el que Rafael Gallardo y Alberto Casas destacan dentro de un fluido trabajo coral.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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