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Del feísmo a la percusión

Son muy evidentes los procesos que se están llevado a cabo en este trabajo, una experimentación que progresa, se asienta, y donde están presentes las influencias muy marcadas de varios estilos y creadores precedentes: Alwin Nikolais (los trajes crisálida), Marie Chouinard (el uso coreográfico de las muletas) y Phillipe Decouflé (la transformación antropomórfica). Aquí en Hermosura Mey cultiva el feísmo a lo grande, casi rozando el teatro cruel y expeditivo, como queriendo crear un rechazo que luego debe ser dulcificado con el movimiento más armónico. De lo espasmódico pasa a lo coral, del humor socarrón a la mujer-lagarto verde (una imagen muy plástica y conseguida). Las escenas de gusto (digámoslo elegantemente) grutesco dan la pincelada gruesa a los segmentos para que sean unidos —y hasta valorados— por el espectador.

HERMOSURA

Coreografía y dirección: Mey-Ling Bisogno. Intérpretes: Tomás Pozzi, Aitor Presa, Ana Crouseilles, Sara Peinado y Mey-Ling Bisogno. Colaboración vestuario y maquillaje: Diego Duarte. Diseño de luces: Paloma Parra. Música original: Martín Ghersa. Músicos en vivo: Martín Ghersa e Isabel Romeo Biedma (Tambores TAIKO). Sala de Ensayos 1. Cuartel del Conde Duque. Hasta el 26 de julio.

Si hay un toque surrealista es también por la vía humorística, y la obra posee dinámica y acumula creatividad, aunque algunas intenciones se mantienen borrosas. Los diálogos son confusos.

En Mey probablemente lo más significativo es su esfuerzo y constancia para no ser banal, y su capacidad para reunir elementos tan capaces como singulares. En este caso, la música de Martín Ghe es un hallazgo que construye alrededor del movimiento un marco sonoro potente y ritmado.

La penúltima escena sobra totalmente y está fuera de contexto, sobra; no está establecida en la textura del resto de la obra y provoca una ruptura innecesaria que acaso sea intencional, pero que no llega a buen puerto. La última sección, sin embargo, es necesaria como colofón del azaroso y por momentos esperpéntico devenir de los personajes, pero aún tiene un fallo: se extiende demasiado, y ablanda un impacto que teatralmente es ingrediente necesario para dejar en el espectador la desazón que busca Bisogno, la advertencia de que si, sobre gustos no hay nada escrito, sobre el concepto de hermosura (y por ende, de belleza) tampoco.

El festival fringe está teniendo una primera edición con una buena acogida de público; la sala de ensayos estaba llena y los patios del cuartel estaban animados.

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