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Versos para guiar a Barcelona

Un libro reúne 41 odas a la ciudad, subgénero poético que arrancó en 1840

Carles Geli
El cruce de Diagonal y Paseo de Gràcia a principios del siglo XX. La ciudad siempre cambiante fue objetivo predilecto de las odas
El cruce de Diagonal y Paseo de Gràcia a principios del siglo XX. La ciudad siempre cambiante fue objetivo predilecto de las odasLUCIEN ROISIN

Que Barcelona no sepa desde hace siglos qué es y hacia dónde va ha generado una cosa buena: es de las grandes ciudades del mundo a la que se han destinado más odas. Y hay tantas que la poesía catalana ha acabado creando un subgénero y una tradición. Así lo sustenta el ensayista y a la vez bardo Sam Abrams, que en tres años ha reunido 41 de esas composiciones poéticas de género lírico de autores catalanes en Odes a Barcelona: 1840-2011, que el Ayuntamiento de la ciudad publica en una cuidada y lujosa edición de precio inversamente proporcional (15 euros).

 “Barcelona se desconoce a sí misma; es una ciudad que no sabe explicarse bien porque es muchas cosas: capital mediterránea y europea, pero también una seta en relación al Estado, con el que mantiene una relación de amor-odio, y capital de una nación; las odas intentan explicar esa ciudad, y darle componentes morales, identitarios, también de crítica…”, apunta Abrams, que quedó atrapado investigando el impacto de una de las más famosas, la Oda nova a Barcelona (1911) de Joan Maragall (“¡Barcelona!, ¡i amb tos pecats, nostra! ¡nostra! / ¡Barcelona nostra! ¡la gran encisera!”). “Con ella, Maragall pega tres coces: replica la composición que hace Jacint Verdaguer [A Barcelona, de 1883], que da la visión de la Renaixença; responde a los modernistas, que creen que las odas ya han muerto como género, y a los Noucentistes, que propugnan la ciudad-jardín”.

La primera aproximación a esa pieza de Maragall permitió ver al antólogo una de las características de las odas barcelonesas: que los autores dialogan (o, más frecuentemente, discuten) entre sí. Así, la de 1936 de Joan Oliver (“Riuen els homes / i es destrien en escamots / que esfondren reixes”) responde a la de Maragall. “Le dice que mientras aquél estaba de vacaciones durante la Setmana Tràgica, él está en medio del estallido de la guerra”, plantea Abrams, que también detecta la valoración negativa de la ciudad-jardín de Llorenç Riber (Visió sobre la ciutat, 1931) frente a la defensa de ese modelo que postula Guerau de Liost en 1918.

Los bardos dialogan y discuten entre sí a lo largo del tiempo y aplauden, castigan o aconsejan a la urbe

Si bien sospecha que saldrán más, fija Abrams el nacimiento del subgénero el 2 de febrero de 1840 con la aparición en el Diario de Barcelona del poema de Joaquim Rubió i Ors Barcelona, con el romanticismo obligado: “recobra ta corona, / pus tens per ditxa encara / un soldat i una verge per patrons: / recorda ta grandesa (…)”. Desde entonces, muchas composiciones echan una mano a la ciudad, como hace Antoni Rovira i Virgili con el tema político, reforzando la catalanidad de la ciudad, señalando que Barcelona es de todos, que es el cap i casal de Catalunya; Marta Pessarrodona, en L'amor a BCN (1998), pondrá la ciudad al nivel de las grandes metrópolis, mientras que Joan Brossa (Sóc a casa meva, 1960), en un juego de muñecas rusas, parte de su domicilio hasta llevar a Barcelona al espacio exterior, “pero olvida exprofeso España”.

Muy propio del país, también hay desconfianza y crítica. “Pero son bofetadas dulces; nunca nada de lo malo de la ciudad es irreversible; todos desean que Barcelona se ponga al día”, resume el compilador, que cree que el más duro es Rafael Nogueras, con El carrer del Migdia (1905), quien sin duda la denigra más. (“Com totes les ciutats, et corca la indecència, / i de la sang dels tristos n'has format el teu greix!”).También Nogueras será el primero que romperá la tradición del poema único para generar un libro, donde han sobresalido Carles Miralles y Joan Margarit, entre otros.

A caballo entre la crítica y la visión más progre, cita Abrams a Lluís Calvo y Jordi Valls y, en particular, a David Castillo, que, hablando de aluminosis y barrios obreros, reclama una ciudad más próxima (“i jo et dic que el millor és que sigui un fàstic,/ com tu, com jo, com nosaltres”. “Se queja de esa Barcelona de diseño que se vende hoy no como la gran capital cultural que es sino como la ciudad fashion y permisiva hasta la locura”, aclara el compilador.

El  más critico con la ciudad fue Rafael Nogueras, en 1905. También versificó una misteriosa Amalia O'Crowley, de la que no se sabe nada

El volumen, de 334 páginas, da para un sinfín de anécdotas, como la oda de la misteriosa Amalia O'Crowley y Sabater, con un texto de corte nostálgico de 1845. “No sé nada de ella”, admite Abrams, que justifica las ausencias de Josep Carner y Josep Maria de Sagarra: “El primero es fruto de la gestión del patrimonio literario catalán: los herederos no han querido ceder nada; en el otro, su oda fue la novela Vida privada”.

También hay un punto de visionario e inquietante en algunas piezas. Se da en la Oda novíssima a Barcelona de Josep Maria López-Picó, que en 1911 ya le pide a la ciudad lo que hará en 1992: que no le de la espalda al mar. (“Dóna't al mar, ciutat. D'aprop que n'ets, tot just / mig decantant la faç d'un bes tindràs el gust”). Pero la alerta la lanzó ya el duro Nogueras. “Tu estàs bé treballant; fent d'home, fent camí; / no entretenint el món!... Ja ho he dit: és així. / ¿Quin és ton ideal? Soroll, apariencia!...”. Avisada quedas sobre el abuso del turismo y el ocio y el olvido de tu cara industriosa, Oh, Barcelona!

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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