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pop | julieta venegas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Asumiendo las miserias humanas

La fina cantautora de Tijuana conserva predicamento en esta España de sol y desolación

Julieta Venegas durante su actuación anoche en el Teatro Circo Price.
Julieta Venegas durante su actuación anoche en el Teatro Circo Price.Isaac F. Calvo

Puede que la cotización de Julieta Venegas haya bajado unos cuantos puntos (aunque no tantos como el Ibex) desde aquel estallido de popularidad y buenas vibraciones que supuso hace seis años Limón y sal. Con todo, la fina cantautora de Tijuana conserva predicamento en esta España de sol y desolación: reunir a casi 1.500 espectadores sin un disco reciente que llevarse a la boca tiene un mérito incuestionable. Será porque los mensajes lúcidos y positivos se agradecen siempre, pero ahora más. O porque las piezas de Venegas siguen sonando contagiosas, pero ni un poco prefabricadas.

A la buena de Julieta le costó conectar con el público del Circo Price, quizá porque ese carácter retraído le hace parecer distante. A falta de empatía, su mejor baza es el análisis singular y desdramatizado de las conductas humanas. Venegas alterna la sorna (“prefiero amores platónicos, consuelo de tontos solitarios”) con la desmitificación (“estoy cansada de las canciones de amor, todos sabemos que la vida nunca funciona así”) y la indulgencia.

Como en Debajo de mi lengua o Limón y sal, que versan sobre la asunción de los siempre abundantes defectos propios y ajenos.

Esta disección tolerante de las miserias humanas se materializa en músicas nada rutinarias: pop pletórico que le hace hueco a los aromas autóctonos, con profusión de acordeones, alguna trompeta y sagacidades como una ranchera posmoderna (El presente) o un clásico de Calamaro (Sin documentos) reinventado en forma de cumbia.

La liberadora Me voy se llevó los mayores aplausos, pero Venegas tiene páginas aún mejores. Como Ilusión, la encantadora balada que una mexicana habría escrito en el swinging London, o la espectacular Lento, que ahora reinventa desnudándola en lo instrumental y enriqueciendo la parte vocal.

Julieta logra un equilibrio muy meritorio entre los éxitos masivos y el respeto a las minorías; es una artista de grandes públicos que consigue no molestar a los disidentes. Y, como nuestros Amaral, puede llenar teatros sin que casi nadie sienta dentera.

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