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OPINIÓN

Sigue siendo importante

Una crisis de esta magnitud no es, porque no puede ser, obra de unos cuantos desvergonzados

Nova Galicia Banco (NGB), la entidad financiera que en la actualidad gestiona el negocio que durante décadas desarrollaron las cajas de ahorros gallegas, sigue siendo importante para nuestro país. Participada muy mayoritariamente por el Estado, a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (el FROB, titular a día de hoy del 90,32% de su capital), la pervivencia de NGB como entidad autónoma, domiciliada en Galicia y, lo que es más importante, vinculada al territorio porque el núcleo central de ese negocio tanto cuantitativa como cualitativamente se realiza aquí, tendrá efectos positivos en el conjunto de nuestra economía.

Efectos positivos, en primer lugar, para los contribuyentes: de autorizarse su plan de recapitalización, el Estado no solo recuperaría el préstamo milmillonario que el FROB facilitó en el momento de la fusión y cobraría los intereses que este préstamo le reporta, sino que podría recuperar en el futuro el capital adicional que inyectó en el momento de su conversión en banco. Y aún más si como solicitó la propia entidad se autoriza la entrada parcial de accionistas privados, lo que a su vez constituiría un positivo espaldarazo al conjunto del sistema bancario español. El segundo efecto positivo es que garantizaría mejor el acceso al crédito en nuestra comunidad: su absorción por otra entidad conllevaría una disminución del crédito que estaría dispuesta a facilitar en Galicia, aunque solo fuese para evitar asumir excesivos riesgos por clientes solapados en un territorio en el que ya estuviese operando. Simultáneamente, y en tercer lugar, porque contribuiría a mantener un entorno más competitivo en el mercado financiero gallego, que correría el riesgo de una excesiva oligopolización por la suma de las cuotas de mercado de NGB y de la entidad adquirente. En cuarto lugar, porque su pervivencia garantiza mucho mejor el mantenimiento del empleo en Galicia, pues como mínimo desaparecerían los servicios centrales, así como buena parte de la red que se solapase con la del adquirente. Y, en quinto lugar, porque la pervivencia de una obra social, redimensionada y centrada en lo que nunca debió dejar de ser (obra benéfico-social, educativa y de mecenazgo cultural) solo podrá tener continuidad y relevancia si NGB comienza a pagar dividendos y canaliza su propia labor filantrópica a través de la fundación en la que parece que, por fin, se va a transformar para asumir el patrimonio (básicamente inmobiliario, artístico y la participación accionarial en NGB) y las funciones de la obra social de las antiguas cajas.

Es muy cierto que el sistema financiero español, y por ello el gallego, ha sufrido una transformación que lo hace irreconocible en relación al que existía hace apenas tres años. Lógicamente, la sociedad tiene derecho a saber qué ha pasado, y antes que nadie las miles de familias damnificadas por la tenencia de preferentes, producto financiero absolutamente inapropiado para los pequeños ahorradores; y también las miles de personas que han perdido su empleo y no encuentran otro, o han tenido que cerrar su pequeña empresa o negocio, porque los bancos han cerrado el grifo del crédito. Y todos los ciudadanos que estamos sorprendidos e indignados por las cuantías de unas indemnizaciones injustificables desde cualquier punto de vista ético (incluso el que justifica las remuneraciones obtenidas en un mercado de competencia perfecta).

Con toda seguridad, una vez encarrilada la solución que el Consejo Europeo ha autorizado, la justicia y los parlamentos investigarán lo acontecido. Y comprobaremos, al igual que hicieron en otros países, que una crisis de esta magnitud no es, porque no puede ser, obra de unos cuantos desvergonzados, y que hubo también graves fallos institucionales en cadena. Pero también que no todo el mundo es culpable, y que hay muchas víctimas que no participaron de los excesos que nos trajeron a la situación actual. Y por eso es conveniente que sigamos trabajando para que entre estas últimas víctimas no esté la economía gallega, pues no otra cosa sería Galicia si desapareciesen NGB y la fundación que asumirá la antigua obra benéfico-social, ahora que la Unión Europea ha enfocado correctamente el problema, y que banco (y caja reconvertida en fundación) están (o próximamente estarán) gobernados por profesionales de prestigio, que nada tuvieron que ver en la creación de los problemas que tratan con esfuerzo de resolver.

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