El charlatán
Veremos en qué queda el acuerdo con Pemex, secuestrado por la Xunta como un secreto de Estado
En la ya lejana época en la que yo era estudiante en la Universidad de Santiago, y durante muchos años más, todos los jueves se celebraba en la Alameda compostelana una gran feria en la que se mezclaban tratantes de ganado, pulpeiras, barracas y toda clase de atracciones. Una de ellas, que jamás faltaba a la cita semanal, era un charlatán de feria que instalaba su tenderete siempre en el mismo sitio. Era un hombre ingenioso, dominaba la escena y el idioma (el gallego) y tenía un gran éxito de público al que embelesaba e invariablemente engañaba. Con el tiempo, la gente se fue dando cuenta de las trampas del personaje y empezó a abandonar al talentoso embaucador. Un jueves, el charlatán no compareció en la Alameda y nadie volvió a saber nada de él.
Esta historia de juventud, que tenía olvidada, retornó varias veces a mi memoria desde que Núñez Feijóo dirige la Xunta de Galicia. Porque, en efecto, el presidente del Gobierno gallego me recuerda mucho a aquel espabilado feirante. Como él, Feijóo domina la escena, habla con desparpajo y nos cuenta las más inverosímiles milongas sin inmutarse. Hay, sin embargo, dos diferencias entre ellos. El charlatán alertaba a sus incautos seguidores que no se llamasen a engaño, que él no regalaba duros a cuatro pesetas. Advertencia que omite sistemáticamente Feijóo cuando pronuncia sus discursos repletos de increíbles promesas. La segunda diferencia, y la más relevante, entre ambos personajes consiste en que el charlatán actuaba a pecho descubierto sin más recursos que su talento, mientras que Feijóo actúa arropado por un amplio coro mediático, sostenido con fondos públicos, que funciona con un disciplinado ejército dedicado a destilar el discurso clónico que interesa al Gobierno y a castigar a la oposición con el ostracismo o la descalificación, sin ninguna clase de escrúpulos.
A quienes les parezca exagerado, o incluso irrespetuoso, comparar al presidente de la Xunta con un charlatán de feria, les recomiendo que se interroguen acerca del destino que han corrido los anuncios estrella realizados por Feijóo desde hace tres años. Algunos ejemplos servirán, creo, para hacer reflexionar a los más escépticos.
Después de acusar al anterior Gobierno de forzar la huida a Portugal de una de nuestras empresas acuícolas, al no permitirle la construcción de una planta en Touriñán, el Gobierno Feijóo articuló su propio plan anunciado a bombo y platillo como la garantía de inversiones del sector en Galicia. Tres años después no se ha instalado ni una sola planta acuícola en todo el litoral gallego. Un fiasco de mayor dimensión todavía lo constituye el Plan Eólico de la Xunta. ¿Qué ha sido de la inversión de 6.000 millones de euros y la creación de 14.000 puestos de trabajo prometidos por el malabarista Feijóo? En la campaña de las elecciones municipales el prestidigitador que nos gobierna se presentó en Ourense y prometió la construcción de un complejo industrial, con la participación del Igape, para la producción del coche eléctrico. Según nuestro locuaz presidente, el proyecto representaría una inversión millonaria y crearía 1.030 puestos directos y en 2015 cerca de 3.500 empleos, entre directos e indirectos. ¿Alguien desde el Gobierno podría dar cuenta del estado en que se encuentra ese revolucionario proyecto? Vistos los antecedentes, veremos en qué termina el tan cacareado convenio firmado con Pemex, inconcebiblemente secuestrado por el Gobierno como si de un secreto de Estado se tratase.
Hace un par de meses un Feijóo totalmente desinhibido anunció un plan de empleo que dotado con 30 millones de euros crearía nada menos que 44.000 empleos. Sin comentarios. Y esta misma semana, el presidente de la Xunta anunciaba la buena nueva: Galicia puede seguir recibiendo recursos del Fondo de Equilibrio de la Unión hasta 2020. Lo que no explica Feijóo, y ahí está el truco, es que esos fondos se perderán si la Xunta no presenta proyectos y está dispuesta a cofinanciarlos con la Unión Europea. Así podríamos seguir hasta el infinito.
El resultado de este estilo de gobierno, basado exclusivamente en titulares y propaganda, es incuestionable: en todas las variables fundamentales (crecimiento económico, generación de empleo y equilibrio de las cuentas públicas), Galicia se encuentra entre las comunidades autónomas con los peores datos. En efecto, a partir de 2009 Galicia ha perdido el diferencial positivo del crecimiento del PIB que tuvo durante los años del bipartito, ha pasado a ser la comunidad que más empleo destruye y en solo tres años la deuda de la Xunta aumentó en más de 3.000 millones de euros, pasando de 3.900 millones al final del mandato de Touriño a 7.000 millones en julio de 2011. Así pues, que no se extrañe Feijóo si el público acaba abandonándolo como le pasó al viejo charlatán de la Alameda.
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