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crítica | teatro

Erótica para ingenuas

La escuela de desobediencia habla de la iniciación femenina al sexo desde una óptica netamente masculina

Javier Vallejo
La escuela de la desobediencia, con Marcos y Adánez.
La escuela de la desobediencia, con Marcos y Adánez. ÁLVARO GARCÍA

Escuela de doncellas (1655) es una novela erótica francesa en la que una joven y su prima adolescente hablan sin tapujos de los placeres del sexo. En el prólogo, su anónimo autor dice haberla escrito para educar a las doncellas en cuestiones prácticas, lo que no deja de ser un habilidoso artificio literario consistente en poner en boca de mujeres una cosmovisión del sexo genuinamente masculina, para halagar el deseo del lector varón, que es su verdadero destinatario.

A partir de este libro cuyo autor parece desconocer tanto la existencia del clítoris (ni lo menciona, mientras se pierde en detalles sobre el falo) como la existencia de la uretra femenina (la mujer orina por la vagina, dice) e inspirándose también en los Ragionamenti de Pietro Aretino (fuente original de Escuela de doncellas), el joven autor Paco Bezerra ha escrito por encargo del productor Andrea D'Odorico La escuela de la desobediencia, espectáculo donde Fanchon, jovencita del todo ignara, es instruida en los deleites del sexo por su avezada prima Susanne.

Durante el primer acto, a María Adánez le toca meterse en el corsé de la increíblemente ingenua Fanchon, que le quedaría menos apretado si su personaje opusiera mayor resistencia al avance imparable de las tesis de Susanne, papel cincelado con sabiduría por Cristina Marcos. Adánez se crece exponencialmente en el espléndido monólogo de la iniciación de la niña, prólogo de una segunda parte más interesante donde la actriz, ahora en el papel de amante experimentada, puede moverse, por fin, como pez en el agua.

Puestos a hablar de sexualidad femenina, podrían los artífices de La escuela de desobediencia haber ironizado sobre el falocentrismo que rezuma el libro original (igual que ironizan sobre los absurdos métodos anticonceptivos que en él se proponen) en vez de exponer tal cual el punto de vista del autor: se echa de ver que en el cogollo del equipo creativo faltó el catalizador de un punto de vista netamente femenino. Elegante, la puesta en escena de Luis Luque.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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