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CRÍTICA | Danza
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La energía en el color

Los hermanos Pederneiras incursionan en la estilización del folclore

La vitalidad es parte de producto. El grupo Corpo de Belo Horizonte se ha labrado en más de 30 años una reputación de esa energética de enfrentar la escena de danza. Hay un estilo, y ese se formó por los hermanos Pederneiras cuando en los albores de los años setenta del siglo pasado eran dos inquietos jóvenes, estudiantes de arquitectura y amantes del baile. Ya estaban fascinados con la danza moderna norteamericana, y hasta estas piezas, Bach (1996) y Parabelo (1997) –dos emblemas de su más exultante manifestación- llega esa influencia expansiva, abierta, continental. Hay mucho en las dos piezas del estilo de Twyla Tarp, que influyó a toda una generación de creadores contemporáneos que usando el ballet como entrenamiento base, y no eludiendo los factores contaminantes del musical y de los bailes urbanos, forjaban un lenguaje elástico y poderoso.

Bach / Parabelo

Grupo Corpo. Coreografía: Rodrigo pederneiras; música: Marco Antonio Guimaraes (sobre Bach), Tom Zé y Zé Miguel Wisnik; vestuario: Freusa Zechmeister; escenografía: F. Velloso y P. Pederneiras. Teatros del Canal. 16 de junio.

Quizás algunas figuras puedan estéticamente rechinar, chocar con la gravedad que trajo el nuevo siglo, pero es como si esa cultura de presagios no tuviera nada que ver con ellos. Los hermanos Pederneiras además, incursionan en la estilización del folclore, que aparece como un perfume exótico, una vibración que se vuelve cita en el cimbreo de hombros y caderas a la manera de la tradición afroamericana.

La plantilla de bailarines mantiene algunos elementos que ya han visitado España en otras giras anteriores y otros son caras nuevas que son cuidadosamente seleccionadas para agitar esa plástica sensual, una explosión de formas y color que dimensiona en abierto. Las escenografías, monumentales y geométricas, pero de gran economía formal, parecen estar en proporción con el país que es casi un continente; la primera evoca al artista óptico venezolano Soto y sus penetrables, y la segunda contiene el rictus totémico, la idea de una poderosa presencia ancestral, detalle que no escapa tampoco a las composiciones musicales.

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