Retomando el hilo (del amor)
El ilustre conquense llena tres días el teatro Rialto en la presentación de su vigésimo álbum
¿Una legión de seguidores peralistas en 2012? Afirmativo. Aunque nuestro ilustre conquense lleve lustros sin reeditar sus enormes éxitos de antaño (Quisiera decir tu nombre, Celos de mi guitarra, Le llamaban loca), el de anoche fue el segundo de los tres llenazos que le esperan en el teatro Rialto para celebrar el alumbramiento de su vigésimo álbum, Calle Soledad. Llevábamos seis años sin que José Luis Perales visitara los estudios, pero el público sigue ahí: veterano, risueño, agradecido, entusiasta. “Eres grande”, le repetían en la platea. Y él asentía pudoroso, como si, 40 años después, no se hubiera habituado a pisar los escenarios.
Perales se parece a los seriales televisivos de sobremesa: aunque te los pierdas varias semanas, se retoma el hilo enseguida. Pasan los lustros y los discos, pero él sigue hablando de amores que se descalabran y de los que florecen en una proporción aproximada de tres a uno. Con Calle Soledad sucede lo mismo, solo que los arreglos del pianista cubano Iván Melón Lewis, músico elegante y dúctil donde los haya, confieren al repertorio un vigor inesperado. También a los clásicos: Y cómo es él adquiere formas de swing, pero aún sorprende más la (estupenda) lectura casi country de Un velero llamado Libertad.
A Perales le puede sobrar melaza (Te quiero, sí), pero sería ridículo negar su finura de autor curtido: solo un viejo lobo puede salir airoso en cada estrofa de Morir por ti o Cómo muere el aire, piezas de melodías intrincadas. Convengamos en que 400 canciones de amor son demasiadas, por pura reincidencia, y algunos versos de Calle Soledad se dirían garabateados en una libreta de instituto. Pero así es el eterno pálpito quinceañero de un señor que, a sus 67, ha decidido legítimamente no jubilarse. Hace bien: dispone de siete músicos jóvenes y conserva, impecable, su voz de siempre.
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