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POP | alejandro sanz - bilbal - dani martín -Malú
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Autorizado para todos los públicos

16 artistas participan en un concierto en el estadio Vicente Calderón por el vigésimo aniversario de la Cadena 100

Dani Martín, durante su recital en el Vicente Calderón.
Dani Martín, durante su recital en el Vicente Calderón.VICTOR LERENA (EFE)

Cuatro días después de anunciar su casorio con Raquel Perera, la dama de la diadema, Alejandro Sanz cruzó el Atlántico para reaparecer en los escenarios españoles. Eran las 23.39 y la luna llena se había apoderado del Vicente Calderón cuando sonaron tres temas que han resistido a los zarpazos del tiempo: ‘Quisiera ser’, ‘Lo que fui es lo que soy’, ‘Viviendo deprisa’. 40.000 almas elevaban los brazos convocadas por Cadena 100 en su vigésimo aniversario.

Cinco actuaciones principales (Estopa, de madrugada) y pequeñas apariciones de Coti, M-Clan, Natalia Jiménez, Rosario o Antonio Carmona. En estos saraos extensos hay margen para casi todo. Los más entusiastas agitan sus aplaudidores hinchables; azules y anaranjados para confluir con el gusto cromático del nuevo régimen. En las gradas se baila, canta, parlotea o prepara el bocata del chiquillo. Hay público familiar, bronceados recién importados de Puerto Banús y chavalería dispuesta a declararse en cuanto confluyan un ‘mini’ de cerveza y alguna balada más o menos ñoña. Como ‘Mi princesa’, de David Bisbal, que desató los primeros suspiros justo antes de que el almeriense aventase los impíos espíritus secesionistas que aún sobrevivieran en el estadio desde la Copa: pidió al público una camiseta de España y nos endiñó sus dos himnos balompédicos, ‘Waving flag’ y ‘No hay dos sin tres’. Sí, ese que repite millones de veces “Sube la mano y grita gol”.

Bisbal sigue confundiendo el melisma con el gorgorito, aunque no descubramos aquí nada nuevo. Las confusiones de Dani Martín son generacionales: no sabe si ejercer de Peter Pan irreductible (‘16 añitos’) o de adulto curtido y moralista (‘Mira la vida’), pero algún día, entre tanda y tanda de ‘tuits’, tal vez se decante y escriba un disco aceptable. Mientras tanto, muy devaluada seguirá la testosterona si la música “con cojones” es lo que le conocemos.

Malú, en cambio, no tiene problemas de disyuntivas. Sus canciones son melodramas o ‘melodramones’, crónicas de amores que acaban en apocalipsis, superación de la fase del despecho y exaltación del tú-te-lo-pierdes, que siempre sube la autoestima y ahorra una pasta gansa en el diván. Las chavalas coreaban esas letras tremebundas, ponían cara al pérfido culpable y se sentían aliviadísimas. Lástima que en el amor, como en toda debilidad, siempre exista el peligro de la reincidencia.

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