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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La tentación unionista

Al PSC solo le queda el PP para hacer una pinza que fuerce a Mas a rebajar sus planteamientos sobre el pacto fiscal

Si hay una idea que el Partit dels Socialistes (PSC) ha explotado machaconamente en la política catalana de la última década, de la que ha extraído petróleo electoral, es la demonización del Partido Popular, con el que no era lícita ninguna connivencia y frente al cual los socialistas se erigían en el valladar más firme y el adversario más implacable. Formalizada en el pacto del Tinell con una cláusula de exclusión explícita de los populares, legitimada en el singular clima emocional de marzo de 2004, esta táctica fue la que, en el otoño de 2006, forzó a Artur Mas a renunciar ante notario a cualquier acuerdo futuro con el PP; fue también la que, realimentada por la histeria contra el Estatuto, cimentó —“Si tú no vas, ellos vuelven”— la mayor cosecha de votos en la historia del PSC, la de marzo de 2008. Y, después del descalabro de noviembre de 2010, siguió siendo la receta básica de este partido durante el primer año largo de la actual legislatura catalana: empujar al Gobierno de Artur Mas a los brazos parlamentarios del PP, para después denunciar la alianza derechista entre el catalanismo conservador y aquellos españolistas que dinamitaron el Estatuto.

Sin embargo, apenas puesto sobre la mesa el pacto fiscal, las cosas empezaron a cambiar. El pasado abril —según hemos sabido después— Pere Navarro y Alicia Sánchez-Camacho se entrevistaron en secreto y pactaron una estrategia común para, en ese asunto del pacto fiscal, no dejar a CiU la centralidad ni permitir que Esquerra adquiriese protagonismo. La pasada semana, ese acuerdo se hizo visible y explícito, no solo en el cordial encuentro público entre la presidenta del PP catalán y el primer secretario del PSC. También en ulteriores declaraciones del segundo, expresando la conveniencia de incorporar a los populares al consenso catalán sobre un nuevo modelo de financiación; o en lo manifestado el pasado lunes por la diputada y portavoz económica del PSC, Rocío Martínez-Sampere: “Un pacto fiscal sin el PP no sería deseable”.

O sea que los réprobos, aquellos contra cuyo regreso tocaba a somatén Pepe Zaragoza en cada campaña electoral, ¿son ahora interlocutores respetables, socios tácticos, cómplices necesarios para alcanzar el pacto fiscal? ¿Cuál es la clave del prodigio? Alguien podría creer que el PSC ha sufrido un ataque de pragmatismo: el PP gobierna España con mayoría absoluta, y es forzoso negociar con él… Pero exactamente eso mismo ocurría en diciembre de 2003, y ello no impidió a los partners del tripartito —el más importante, el PSC— rubricar aquel acuerdo del Tinell que pretendía sacar adelante un nuevo Estatuto no solo sin el PP, sino contra el PP.

Por consiguiente, no creo que se trate de pragmatismo, sino más bien de un reflejo unionista. Los socialistas catalanes asisten con preocupación —acentuada por su propia debilidad presente— al crecimiento de las posiciones y de los discursos independentistas, a la normalización mediática de la idea de la soberanía fiscal (tener “la llave de la caja”), a la reiteración en sede parlamentaria de los alegatos a favor del Estado propio… Deseosos de reaccionar frente a eso, de enfriar la excitación provocada por el cóctel expolio fiscal + crisis económica, saben que no pueden contar para ello con sus antiguos coaligados del septenio 2003-2010, Esquerra Republicana e Iniciativa, alineados hoy a favor del concierto económico. De manera que solo les queda el PP para intentar entre ambos una pinza que fuerce al presidente Mas a rebajar sus planteamientos y encajarlos en el estrecho marco que dejó el Tribunal Constitucional.

A lo largo de los próximos meses, el PSC tendrá que resolver definitivamente la disyuntiva: o compartir y competir con el PP catalán en el espacio del unionismo explícito (y, en esta línea, trabajar para que Carme Chacón gane las primarias como cartel electoral del PSOE), o erigirse en el ala moderada de un amplio bloque soberanista en cuyo seno poder construir, a medio plazo, esa “aliança catalana de progrés” que se propugnó en el 12º congreso.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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