Carta a los hinchas del Athletic
Estimados hinchas del Athletic: Siento de veras los dos 3-0. Bueno, a decir verdad, el de Bucarest no. Ya sabéis, a uno le tiran las rayas rojiblancas madrileñas de la infancia —además, al final todo queda en casa, ya que somos ese equipo que nació a vuestra sombra por el buen hacer de aquellos estudiantes vizcaínos que lo fundaron—. De todos modos, estoy seguro de que, más pronto que tarde, resucitaréis aquel victorioso “pica, pica, el gol de Endika” del 84. Quiero creer que la ciudad de Madrid —“Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo”, que escribía Sabina en los ochenta y cantaba también Antonio Flores— os acogió con la generosidad que es propia de ella.
Estos días me acordaba de lo que decía uno de los Buendía de García Márquez, que uno no puede exigir que le quieran. Pero sí que le respeten, añadiría yo. Viene esto a cuento de los pitos y los abucheos al himno y a la bandera de España del Calderón. Entiendo que haya entre vosotros quien no se sienta español. Pero, qué demonios, no puedo entender la falta de educación de los silbidos: silbar a un himno y a una bandera no es defender a otro himno y a otra bandera, sino silbar a un himno y a una bandera. Me diréis que mi antigua presidenta no estuvo muy acertada. De acuerdo. Pero, con todo y con eso, en vuestra respuesta late lo dicho por el profesor chipriota Vamik Volkan en una entrevista de hace unos años: “En la vida cotidiana uno tiene su identidad: es mujer u hombre, maestra o abogado… ¿Qué pasa cuando se ve una bandera? Bueno, pues ahí está. No significa gran cosa. Pero uno comparte también determinados sentimientos y amplificadores culturales con millones de personas a las que nunca conocerá. Bajo toda esa gran carpa todo el mundo se llama español, o vasco, o serbio… Imagine que dos millones de personas viven bajo una misma carpa étnica. Todo el mundo lleva puesta su ropa, que sería la identidad personal. Pero todos tienen una segunda vestimenta, que es la lona de esa gran tienda. Si alguien llega y escupe en la carpa o la ensucia de barro, o la corta, el individuo deja de preocuparse de sus propias ropas y atiende a la lona”. En este sentido, la respuesta dada al escupitajo, al barro o a las tijeras de Aguirre dice mucho de la lona de vuestra carpa.
Dicho esto, perdonarme el atrevimiento si os digo que me temo que habéis caído en la trampa de una doble sinécdoque. La de aquellos nacionalistas vascos que siempre toman a los vascos abertzales por todos los vascos; la de aquellos nacionalistas españoles que desean cortar a todos los vascos por el mismo patrón. “La canción lentamente se fue desprendiendo del enorme ruido de la plaza como una mariposa de un enorme capullo de gritos”, contaba Kundera en La broma. En Madrid, la mariposa no alzó el vuelo. Todo quedó en un enorme capullo de gritos. Este saludo cordial. Julio.
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