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Fiesta y desenfreno en María Pita

La celebración del ascenso colapsa calles y plazas en A Coruña durante 24 horas

La multitud saluda la llegada del autobús del Deportivo a la Plaza de María Pita.
La multitud saluda la llegada del autobús del Deportivo a la Plaza de María Pita.GABRIEL TIZÓN

“Quiero cantar algo, pero los capitanes no me dejan”, anunció Aythami Artiles, defensa del Deportivo, desde el balcón del ayuntamiento coruñés. Ya casi habían hablado todos los futbolistas del nuevo equipo de Primera División ante una plaza de María Pita atestada de incondicionales, unas 25.000 personas cifraban en el consistorio, donde ya tienen experiencia en sumar y restar. Habló Aythami, y Valerón, amigo, casi un hermano mayor porque nacieron en el mismo pueblo y se conocen desde niños, alzó las orejas como los lobos que otean el peligro. Aythami, un buen chico, tranquilo y afable en el trato, se lanzó: “¡Aspas, cabrón, saluda al campeón!”. Valerón mudó el gesto y se fue del balcón. No le gustó al capitán deportivista el epílogo a los festejos por el ascenso con esa alusión al mejor futbolista del Celta.

Fue el final polémico, triste por lo que tiene de inoportuno en un momento en el que el fútbol gallego está a punto de celebrar por primera vez en la historia el pase a Primera de sus dos equipos más representativos. Antes hubo alguna tibia alusión al eterno rival y sobre todo mucha emoción. “El fútbol es especial porque es la ciudad compitiendo. A Coruña tiene muchas cosas importantes, pero en ninguna más competimos, ganamos, empatamos o perdemos. En ninguna otra hay una clasificación, por eso es tan apasionante. Y empatar es malo porque es como no llegar en el juego de las siete y media. Y no llegar es lo peor. Por eso hoy tenemos que pasarnos”, había apuntado minutos antes el presidente, Augusto César Lendoiro, en la recepción de la corporación municipal. Pero Aythami se pasó de largo.

El futbolista Aythami empaña la celebración con ataques al Celta

La celebración no conoció relojes ni se ciñió demasiado a una agenda. “No somos amigos de decirle a la gente lo que tiene que hacer sino de que brote la espontaneidad”, apuntó Lendoiro. Nadie se cortó. Tras el partido hubo lágrimas sobre el césped, las del propio Valerón, que hacía un año había llorado por el descenso y que no dejaba de reconocer que vivía el acontecimiento más relevante de su longeva carrera; las del técnico, José Luis Oltra, aliviado tras la temporada más exigente que ha conocido, y que dieron paso a una sonrisa de orgullo en la vuelta olímpica que dio con sus dos hijos. Más de una hora estuvieron los jugadores sobre el césped, con un estadio atestado en el que nadie se quería ir, pero de que poco a poco comenzó el desfile hacia la fuente del deportivismo. Entonces, cuando Juan Flórez, una de las arterias de la ciudad invadida cotidianamente por los vehículos, se convirtió en peatonal, los responsables del ascenso pudieron por fin subirse a un añejo bus sin capota que llevaba dos semanas esperando en cocheras.

La ruta hacia Cuatro Caminos fue tortuosa y feliz, la estancia en la emblemática plaza corta para quienes esperaron dos horas y media para jalear a sus héroes. Apenas cinco minutos de recorrido entre el tumulto, ninguna parada, precedieron a un inopinado paseo por la ciudad. El destino era la Torre de Hércules, donde esperaba una sorpresa preparada por los Riazor Blues que se había llevado en sigilo, una suerte de performance, de quema del meigallo a base de bengalas en la que los aficionados más bulliciosos escenificaron un pasillo de fuego en la cuesta que da acceso al faro romano. Allí, en la madrugada, comulgaron plantilla, técnicos y empleados del club y ese sector de la afición en una celebración más privada de lo que muchos aguardaban.

Los Riazor Blues homenajearon a los jugadores en la Torre de Hércules
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La cita más multitudinaria fue en María Pita ayer a última hora de la tarde. Allí Riki se erigió en maestro de ceremonias, en el rey del inalámbrico. Habló Oltra, muy suelto, con esa retranca que ya empieza a dominar como si en lugar de Catarroja fuera de Monte Alto. “¡Qué nos escuchen en Portugal y en Turquía!”, pidió a la muchedumbre antes de comenzar a dirigir el Deportivo, alé, ese cántico que emplea la grada para demostrar su poderío vocal desde los cuatro costados del estadio. Terció también Manuel Pablo, el único que ya había estado en ese balcón como superviviente del título liguero de hace 12 años. Se acordó de aquella experiencia. “Es una alegría estar aquí después de tanto tiempo. Ojalá siga está unión”, le pidió a la gente. Riki confesó que tenía los pelos de punta y clamó por la continuidad de Colotto, que lidió como pudo con la petición, habló en pasado y destiló compromiso. “Sentimos mucho el descenso, de corazón, por eso nos quedamos aquí para regresar a Primera”, explicó el argentino antes de que Álex Bergantiños, coruñés de la Sagrada Familia, anunciara la llegada la balcón del Liceo de hockey sobre patines con la Copa de Europa, ganada anteayer en Italia ante el Barcelona. Recién aterrizados, una escolta policial les permitió sumarse a tiempo a la fiesta. Y como ésta va por barrios, el lunes casi seguro será el turno de la afición del Celta, de unos futbolistas que tienen la oportunidad de ofrecer una lección al campeón.

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