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Rigor y brillo del Cuarteto Casals en el teatro Rosalía

El grupo español ofreció esta semana tres conciertos en A Coruña

El Cuarteto Casals celebró esta semana en el teatro Rosalía tres conciertos representativos de la obra cuartetística de Franz Schubert. Junto a él, Boccherini, Webern y Shostakóvich, en un completo despliegue de diferentes estilos y conceptos de la música, que el grupo de cámara español más reconocido y galardonado internacionalmente afronta con un rigor estilístico, sonido y musicalidad difícilmente alcanzables por otros grupos en Europa.

Su actuación fue brillante desde las primeras notas del Cuarteto op.32-5 G, de Boccherini, tocado con arco clásico, tal como hacen con el Schubert inicial y Haydn. Este, en una espléndida versión de su Cuarteto op. 54-2, con su peculiar alternancia de tempi reposados, relámpagos de emoción y ese sublime final lento en pianissimo, toda una hoja de ruta abierta para el futuro del cuarteto como forma musical.

Su soberbia interpretación de Webern en los primeros días del ciclo iluminó el paso del melódico Movimiento lento, la gozosa escucha de una sucesión de instantes en las Seis bagatelas, op. 9 y su sonido como extracto de esencias musicales, en claro precedente del dodecafonismo. Su versión de Shostakóvich reveló la firma del ruso desde la desolación en sordina del Adagio al casi festivo sarcasmo del Allegretto.

En total, tocaron cuatro cuartetos de Schubert, terminando cada concierto, respectivamente, el D810, La muerte y la doncella; el póstumo D 887 y el D804, Rosamunda, en los que sitúan la frontera estilística entre el Schubert clásico y el enfocado hacia el Romanticismo. En el D810 se escuchó la pasión de los mejores y más vitales días de Schubert en su Allegro inicial; su rica armonía expresada a través de la dinámica en simbiosis casi ideal en el Andante, con los pizzicatti del chelo volando sobre su suspensión sonora; la gracia y fuerza del Minueto y la delicadeza de su Trio.

En el D887, de mano del Cuarteto Casals, fueron relevantes la recreación casi visual del clima inicial, la dulzura apasionada del Andante un poco moto y el sinfonismo de su sonido. El último concierto se cerró con la pasión apenas contenida y la serena firmeza del célebre D804, Rosamunda. El Schubert más clásico tuvo su presencia en el D74 que abrió el segundo concierto y los tres minuetos que ofrecieron cada tarde como bis.

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