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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fuimos Marilyn

Volodin ofreció la interpretación vibrante que la obra requería y el éxito fue total

En una escena de La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955), Tommy Ewele, el hombre casado que está de rodríguez, intenta ligarse a Marilyn Monroe, su vecina de arriba, la que guarda la ropa interior en la nevera para sentirse más fresca en el cálido verano de Nueva York. En la inminencia de un encuentro, el hombre pretende crear un ambiente propicio que la encienda y, tras descartar a Debussy, Ravel y Stravinski, se decide por “mi viejo y fiel Rachmáninov”,  en concreto por el Segundo concierto para piano, una música que “nunca falla” para llevar señoras al huerto. En plena fantasía erótica, imagina que ella, transida de emoción al escuchar la música, le pide que pare el tocadiscos pues teme “sucumbir al impacto emotivo” de la obra.

Eso fue lo que ocurrió en el concierto del ciclo Ibercàmera de la Orquesta Chaikovski, dirigida por Vladimir Fedosséiev, con Alexei Volodin como solista y con la obra de marras en el programa. Cual sensuales marilynes en celo, sucumbimos al impacto emotivo de la obra y, al final, no caímos unos en brazos de los otros, pero sí aplaudimos frenéticamente. Cierto: el viejo y fiel Rachmáninov nunca falla aquí.

Hipertrófico en la parte solista, bastante histérico y desequilibrado expresivamente, pero intenso, sincero y arrollador, ese bellísimo concierto romántico nacido fuera de época (se estrenó en 1901) crece cuando es interpretado sin reservas. Volodin ofreció la interpretación vibrante que la obra requería y el éxito fue total; el acompañamiento orquestal empezó desajustado, pero pronto el conjunto se hizo con la acústica de la sala; solista y orquesta acordaron, empezaron a escucharse y acabaron bien, francamente bien.

ORQUESTA SINFÓNICA CHAIKOVSKI

Vladimir Fedosséiev, director. Alexei Volodin, piano. Obras de Rachmáninov y Chaikovski. Ibercàmera. Auditori. Barcelona, 21 de mayo.

Para compensar tanto arrebato, en la segunda parte tocaba el Chaikovski más risueño y ligero, el de la suite del ballet Cascanueces, en un arreglo del propio director. Solo con ver como Fedosséiev conducía el arranque del Vals de las flores, sin marcar el compás, para que el vals no se endureciera, quedaba claro que los veteranos director y orquesta, debutantes en Ibercàmera, debían tener en el currículo cientos de Cascanueces y sabían cómo se cocinaba este plato. El resultado, absolutamente óptimo.

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