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OPINIÓN

Ruido de fondo

Muerto el perro, se acabó la rabia. No hay otra alternativa según el afligido relato del Valedor

Las extraviadas declaraciones del Valedor do Pobo dispararon un ensordecedor ruido de fondo que impide escuchar el malestar de los ciudadanos que llaman a su puerta. En su mesa se amontonan quejas contra los poderes públicos a las que se suma la indignación de la oposición parlamentaria contra la institución que preside Benigno López. No es la primera vez que la polémica acompaña sus palabras pero, tras su paso por la Comisión de Peticiones del Parlamento, el organismo de defensa de los ciudadanos gallegos enfrenta su peor crisis de legitimidad desde que, en 1990, don José Cora fuese elegido primer Valedor. Ludwig Wittgenstein hizo una recomendación para facilitar la supervivencia de cualquier gobernante o cargo público en estos tiempos inciertos que nos tocó vivir: “Lo que se deja expresar debe ser dicho de forma clara”. Benigno López no hizo caso del consejo, emborronó una cosa con su contraria —hay que hacer recortes mínimos en servicios educativos y sociosanitarios y tenemos que estudiar la suspensión de la Ley de Dependencia— y ahora le llueven críticas primaverales y peticiones de dimisión.

Una lectura o audición poco cariñosa de su comparecencia confirma que acudió al Parlamento para hacerle la ola al Gobierno de Núñez Feijóo. Si ponemos todos los sentidos, se comprueba que se limitó a chapotear en la mainstream neoconservadora que, con la coartada de la crisis económica, amenaza liquidar todo compromiso de solidaridad en las políticas públicas. El Valedor ofreció diagnósticos aplastantes: el Estado del bienestar que heredamos es irreal por falta de financiamiento, la Ley de Dependencia nació muerta y ahora se inicia su fase de descomposición. Entiende como justos, necesarios e imprescindibles los recortes e insiste, con todo, en que en educación, sanidad y atención de la dependencia deben ser mínimos, pero afirma que resulta imposible disponer de más recursos para programas sociales, por lo que acepta de buen grado que el Gobierno hace todo lo que puede. Reconoce que él no tiene ninguna solución a los problemas que enumera, hace votos por la sabida capacidad de sacrificio y comprensión de los gallegos, y continúa dando palos de ciego hasta acabar sugiriendo como hipótesis practicable la suspensión de la Ley de Dependencia.

Muerto el perro, se acabó la rabia. No hay otra alternativa según el afligido relato de don Benigno. El Valedor fue creado para hacer algo más que decirnos lo mal y difícil que está todo; su respuesta no puede ser una loa a la dócil resignación y a la exculpación de las obligaciones de la Xunta. Sus infelices declaraciones condenan al olvido a su Informe de 2011, un voluminoso cuaderno de quejas sobre la vulneración reiterada de derechos ciudadanos. Es una enmienda radical de las palabras del Valedor, los poderes públicos no hacen todo lo que pueden hacer.

El Informe cartografía además la distancia agrandada que separa a la casta gobernante de los ciudadanos del común y encuaderna el malestar que nos deja como balance la presidencia de Feijóo. También nos dice que el capricho y discrecionalidad de nuestros mandatarios nos hace desiguales ante las leyes, advierte que nuestros derechos están siendo formateados como graciosas concesiones y hechos probados denuncian que los recortes y la política de austeridad estrangulan toda igualdad de oportunidades y de trato. Solo hay que saber leer entre tanto ruido de fondo.

Corremos el peligro de tirar al niño junto con el agua sucia del barreño. La falta de coraje del Valedor no cancela la necesidad de una institución comprometida con la protección de los derechos ciudadanos frente a las Administraciones. Una de las primeras medidas de gobierno de Dolores de Cospedal fue la supresión del Defensor del Pueblo de Castilla-La Mancha. Los conservadores insisten en que es un organismo consultivo oneroso e inútil. El Valedor no se creó para ser un órgano consultivo, sino para ser un instrumento de control del Gobierno para la defensa de derechos fundamentales; nació para fiscalizar y contribuir al empoderamiento ciudadano ante el abandono de responsabilidades y los abusos de los gobernantes.

En Ruído de fondo, el último poemario de Daniel Salgado, aparece incrustada una cita de Alain Badiou: “La igualdad no es un objetivo, ni un programa, es un principio, no se trata de querer que los hombres sean iguales, se trata de declarar que los hombres son iguales y sacar las consecuencias”. El sucesor de Benigno López debería refundar el Valedor do Pobo con ese esencial y democrático principio. Lo necesitamos para ejercer un control incómodo del poder, no para acomodarse a sus caprichos.

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