A lomos de la rehabilitación
La Fundación Federica Cerdá ofrece terapia con caballos a discapacitados La entidad espera casi duplicar en un mes y medio los jóvenes que atiende
Subida a lomos de Fuli,Sara, de ocho años, lanza una sonrisa cuando se dispone a tirar una pelota. La niña padece una enfermedad neurodegenerativa que le resta capacidad lingüística y coordinación motriz, entre otras cosas. Está en su sesión semanal de hipoterapia, actividad rehabilitadora que utiliza los movimientos tridimensionales y rítmicos del caballo como medio terapéutico. La realiza en el centro hípico adaptado de la Fundación Federica Cerdá, que abrió hace seis meses en Sant Cugat del Vallès.
Teresa Xipell, directora de hipoterapia de la fundación, explica que la entidad trata de ayudar a través de esta terapia a niños y jóvenes con alguna discapacidad física, psíquica, sensorial y cognitiva, o bien con problemas de marginación o inadaptación social. Esta consiste en que el caballo transmite a su jinete impulsos rítmicos, lo cual influye en el equilibrio, la coordinación y la destreza muscular. “La actividad encima del caballo hace más fácil el trabajo. Con la educación se ponen límites, y los ejercicios con el animal son más factibles que con juegos normales”, dice Xipell. La hipoterapia, no obstante, no solo aporta beneficios físicos, sino también mejoras psíquicas, cognitivas, sensoriales y sociales.
Tras dar una zanahoria de premio a Fuli, los abuelos de Sara pasan a recogerla. Cuentan que “el día que la niña viene al centro, los beneficios se le notan en su actitud y en su movilidad”. La siguiente a subirse a los lomos de Fuli es Aura. Llega con su madre, que también se anima a montar, y su perro Reaggae. Xipell, responsable de hipoterapia, distingue entre la modalidad que ella trabaja y la equinoterapia.
La entidad espera casi duplicar en un mes y medio los jóvenes que atiende
Mientras Xipell realiza la sesión, Federico González, director del centro y patrón de la fundación, explica que la idea de dar alas al proyecto “fue por acción social más que por dinero”. Hasta ahora ha aportado casi 900.000 euros y los patrocinadores son pocos. “El centro se abrió con una previsión de siete años, cuando se cumpla ese tiempo, ya se verá”, explica. Y añade que “los que estamos aquí, estamos por amor más que por remuneración. La mayoría son voluntarios”.
Los miembros del patronato tienen prohibido recibir dinero por su trabajo, y Xipell, por ejemplo, dona lo que cobra a la fundación íntegramente. Las familias pagan por las sesiones de las que gozan los chavales, aunque la fundación subvenciona parte de la cuota si se justifica que no se puede hacer frente al pago. “Es impensable decirle a alguien que no puede formar parte del proyecto por no tener el dinero suficiente. Y más cuando sabemos que hará mucho bien en su estado”, dice González. “Una terapia que puede costar entre los 120 y los 300 euros, aquí no pasa de los 55 para nadie”, agrega. Si ahora atienden a 23 jóvenes, la fundación quiere llegar a los 40 en un mes y medio. Para apuntarse a la terapia, sostiene Xipell, antes hay que tener autorización médica.
Mónica, de 20 años, es la última alumna de la mañana. “Al principio ni pensaba que la vería sobre un caballo. Pero, aunque la incertidumbre siempre está, los progresos son enormes”, afirma la madre.
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