Un dibujo huérfano de viñeta
El madrileño Antonio Hernández Palacios retrató uno de los episodios más trágicos de la Guerra Civil en la capital pero la obra nunca vio la luz. Diez años después de su muerte, su viuda la da a conocer
El Asalto al cuartel de la Montaña era un dibujo huérfano de viñeta que parecía destinado al olvido. La viuda de su autor, Antonio Hernández Palacios, uno de los grandes dibujantes españoles de cómic del siglo pasado, lo ha sacado a la luz tal y como quedó, a medio terminar, en la mesa de su marido. La ilustración inédita refleja un pasaje del ataque de los republicanos al cuartel madrileño tomado por las fuerzas rebeldes en los comienzos de la Guerra Civil.
Madrugada del 20 de julio de 1936. Un grupo de militares toma el Cuartel de la Montaña, en la calle Pintor Rosales. Bajo las órdenes del general Fanjul, las fuerzas rebeldes confían en tomar este enclave geoestratégico para la conquista de Madrid. “Lo que no se esperaban los sublevados es que serían principalmente los milicianos los que atacarían de madrugada el cuartel para defender la República”, explica Mirta Núñez, profesora de Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Cientos de madrileños se acercaron aquella noche al cuartel, donde hoy se ubica el Templo de Debod. “Probablemente Antonio era uno de ellos”, asegura Carmen Ochoa, la viuda del creador de Mac Coy, el personaje del Oeste americano que le dio fama internacional.
Los milicianos protestan sin armas hasta que logran que los guardias de asalto (fuerzas del orden del Gobierno republicano) cerquen el acuartelamiento. Los sublevados disparan desde el interior. “Fue una matanza brutal. Murieron más asaltantes que militares sublevados”, afirma Xulio García Bilbao, documentalista experto en la Guerra Civil. En uno de los extremos del dibujo se ve cómo un guardia, dibujado con su uniforme reglamentario, carga con un herido junto a un combatiente mientras un grupo de milicianos, escopeta en mano, se acerca sigilosamente al cordón policial.
A lo lejos se ve un auto-camión Bilbao, un vehículo blindado de los cuerpos de seguridad de la época, según Pedro García Bilbao, historiador experto en armamentística. Este modelo tenía incorporada una pequeña torre redonda, tal y como lo dibuja el artista. “Es increíble ver cómo Hernández Palacios consigue plasmar en un dibujo la acción de aquel fatídico día”.
¿Cómo pudo el dibujante retratar al milímetro historias y personajes de la guerra 40 años después? Los historiadores consultados coinciden en el gran trabajo documental. “Aparte de su excelente memoria visual, Hernández Palacios dedicaba horas al estudio de los personajes históricos de sus cómics. Es el caso de la serie El Cid o el álbum dedicado a Simón Bolívar”, argumenta Ernesto Santolaya, editor de tebeos bélicos publicados en los años ochenta como Eloy o Río Manzanares, ambos ilustrados y escritos por el artista.
En el dibujo inédito de Hernández Palacios, cinco asaltantes se esconden tras el autocamión durante el ataque. El color verde de los árboles se mezcla con el amarillo del camino, el negro de las sombras de los cuerpos y el azul de los trajes de los guardias. El dibujo a lápiz de uno de los edificios de la calle Pintor Rosales demuestra que el dibujante no acabó su trabajo.Tampoco se conoce el destino de esta ilustración. “Antonio me enseñó el dibujo en 1979 pero no me dijo dónde aparecería. Da igual. Pintaba todo lo que le inspiraba y quizá el asalto al cuartel le trajo recuerdos”, explica Santolaya. “Era el hombre ideal para dibujar sobre la Guerra Civil en cómics porque olió la batalla”, añade.
Su viuda, recuerda que fue el poeta Rafael Alberti quien le recomendó unirse a las filas republicanas para retratar la contienda. Después, se alistó en la División Azul. Cuando volvió de Rusia, trabajó en publicidad dibujando para firmas como Osborne, Philips o Codorniú. En 1959 viajó a Cuba invitado por Fidel Castro para colaborar en el diario Revolución pero solo estuvo tres meses. “No le gustó ver las miserias del régimen castrista”, asegura Ochoa.
Horas después del asalto, los milicianos y los guardias republicanos entraron al cuartel, donde yacían los cuerpos de una veintena de oficiales que se habían suicidado, según Xulio García Bilbao. El general Fanjul, capturado por los guardias, fue evacuado en un tanque. El resto es historia.
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