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OPINIÓN

Pues anda que tú

A falta de cementos y subsidios que vender, el mensaje del PP es que la oposición está muy mal

La Democracia Feijoniana ha entrado en barrena, como la Casa Real. Salieron a cazar elefantes, pero acabaron en una trampa para los ídem. El presidente que iba a arreglar la crisis, ahora se conforma con tapar agujeros. Se le pregunte por lo que se le pregunte, solo maneja una respuesta: “Pues anda que tú”. Da igual por qué se interesen. Tengan claro que si preguntan a Feijóo, le acabará echando la culpa. Luego no diga que no se lo avisaron.

¿Lío con las preferentes? El bipartito las vendió y los afectados no son demócratas ¿Arden Fragas y Xurés? Los culpables son los incendiarios y la gente, que no denuncia ¿Sube el paro? La culpa se anota a Zapatero y a los parados, por no buscar trabajo ¿Recortes en sanidad? La falta es de los pacientes, por ponerse enfermos y querer comer tres veces al día en el hospital ¿Ajustes en educación? La responsabilidad corresponde de los alumnos por pretender estudiar cosas raras que no sirven para nada, como filología o literatura gallega. ¿Parón a la dependencia? Culpa de los dependientes por confundir lo que era un acto de generosidad con un derecho; oye, paciencia, ya se irá haciendo cuando se pueda.

Tres años de Gobierno después, el presidente resumía la semana pasada en el Parlamento su ilusionante programa para salir de la crisis. Pagar las facturas —al parecer aún pendientes tras esos mismos tres años de poder— y aprovechar la gran inversión que traía el Estado a Galicia; al menos hasta que supimos que debemos recortar 500 millones de euros adicionales en educación y sanidad.

Hace tiempo que la derecha gallega ha activado el Plan B. A falta de cementos y subsidios para vender, el gran mensaje insiste en que la oposición es quién está realmente mal. Ya lo ejecutaron en el 2005. Fraga gobernaba poco, pero nacionalistas y socialistas no se entendían. Touriño resultaba muy aburrido y a Quintana le faltaba el carisma de Beiras. No había alternativa, eran todos iguales y no iba a pasar nada porque aquí nunca pasa nada. Hoy, a falta de jaleos entra nacionalistas y socialistas, se inventan. Ahora el problema resulta ser que los nacionalistas apoyan demasiado a Abel Caballero en Vigo. Hoy, si no son iguales, se les hace parecer, como con la licencia sin honores de Conde Roa. A la acusación formulada por la Agencia Tributaria y la deuda fiscal, se opone la imputación al alcalde de Lugo basada en la declaración de un acusado que, según el Tribunal Supremo, ejerce el derecho a mentir en su defensa. A nada que andemos en campaña, empezarán las filtraciones de Wikirrueda. Atentos.

Siempre me ha maravillado la facilidad con que la izquierda y el nacionalismo se apuntan a esta tesis, rebozándose en ella con la satisfacción de las croquetas. De tanto criticar que nacionalistas y socialistas no visibilizan la alternativa más de uno se ha quedado ciego. Ya no les cuento si hablamos de candidatos. El liderazgo socialista no ilusiona, afirman. Seguramente ninguno sea George Clooney. Pero ahí está una dirección que ha sabido ganar un pulso a Madrid por primera vez en la historia de la franquicia que era el socialismo gallego. O Pachi Vázquez en el Parlamento diciéndole a Feijóo que debía subir impuestos a la banca, aprovechar la fiscalidad ambiental y crear empleo con inversión pública.

El BNG es el aparato, critican. Estaría muy bien que cuantos abandonan el Bloque un día sí y otro también empezaran a explicarnos qué van a hacer y dejaran de contarnos únicamente lo que no les gusta del BNG. Que la derecha asuste con el cuento de la UPG del saco parece normal. Que lo haga parte del nacionalismo suena ridículo. Jorquera ganó en buena lid su nominación. Ha acreditado un discurso compacto, puntuado como un excelente parlamentario y ejercido como un sólido portavoz de los intereses del país en la Corte. No hay muchos como él.

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Hay que tener mucha fe para sostener a día de hoy que no existe alternativa. Galicia afronta la peor crisis de su historia. Lo que hagamos ahora determinará el modo de vida de varias generaciones. Hemos llegado a un punto donde al menos cabe pedir que se ejerza el derecho a no estorbar más de lo estrictamente necesario.

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