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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La dificultad de la política

"Hay que ver lo que ciertos observadores de la vida pública han acumulado en la hemeroteca de su articulismo sin pestañear ni, por supuesto, ensayar el más mínimo gesto de autocrítica"

Hay cosas que te dejan estupefacto. Por ejemplo, leer a un conocido articulista catalán calificar reiteradamente de “gran cardenal de la política valenciana”, de “borgia-borja en estado puro” y de “político con más talento del PP valenciano” a Rafael Blasco mientras manejas documentos en los que queda claro que el político en cuestión ha propiciado un saqueo de los fondos públicos destinados a la cooperación al desarrollo. No hay nada más fascinante que ser reñido por alguien venido de fuera que, además de asegurar tajante, sin el más mínimo sustento documental, que estás completamente equivocado, sentencia que la sociedad valenciana avanza triunfal hacia un progreso evidente mientras gente como tú se carcome en las reticencias de una intelectualidad pasada de moda, incapaz de empatizar con el dinamismo de una nueva época.

No daré nombres, más que nada por misericordia, pero hay que ver lo que ciertos observadores de la vida pública han acumulado en la hemeroteca de su articulismo sin pestañear ni, por supuesto, ensayar el más mínimo gesto de autocrítica. Es un síndrome extraño y alarmante, que se extiende como una epidemia: opinar sin prestar atención a ninguna de las fundamentadas objeciones, confiado en que el poder siempre sale adelante, y pontificar contra todo aquel que se atreve a ejercer el molesto oficio del periodista. “No cojas el teléfono, a ver si es una noticia”, reza un chiste clásico de la profesión. “No dejes que la realidad te estropee un titular”, se comenta en broma en las redacciones. Y así vamos.

Ya lo decía Joan Fuster cuando contaba que “el señor Pla, de Palafrugell, le comentaba: “Vosté menja poc i es antipàtic: no podrà ser un bon polític”. El escritor valenciano reflexionaba: “Como poco y soy antipático: de acuerdo. Pero cuando los políticos comen mucho y son simpáticos, alguien paga la cuenta. El pueblo. ¿Que el pueblo es una abstracción? Sí y no. Tendríamos que discutirlo”. Yo estoy por discutir lo que Fuster proponía y no por apuntarme a la retórica de los grandes propósitos. Tal vez es consecuencia de que he visto muchos papeles y he leído muchas estupideces.

Volver a la búsqueda de la verdad factual que está en el centro de la profesión períodística y alejarse del “círculo vicioso” de la transacción en que consiste la tarea política puede parecer, hoy por hoy, una utopía. Tal vez sea mucho pedir que la política busque también esa base objetivable, la referencia de los hechos y de las responsabilidades, para evitar la “oratoria coyuntural” y la grandilocuencia, para conseguir acercarse a lo que reclama de la acción pública un periodo de crisis y sus circunstancias. Decía Fuster que “los políticos son unos individuos que lo aguantan todo a condición de continuar en el cargo”. ¿Puede decirse lo mismo de los periodistas? La dificultad de la política empieza por la renuncia a una prensa digna, que no tenga miedo a llevar la contraria.

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