¿Renovación socialista?
"La derecha gana en este país no porque los ciudadanos crean en sus políticas, sino porque hace tiempo que éstos dejaron de creer en la Política, con mayúsculas"
El socialismo valenciano ha optado por el cambio de dirección este fin de semana. Ximo Puig, alcalde de Morella por méritos propios, y político de dilatada experiencia (sea lo que sea que esto signifique), ha conseguido encabezar el profundo descontento acumulado en el seno de la militancia de un partido que está próximo a cumplir diecisiete años apartado del Gobierno de la Generalitat. Y lo que es aún peor, incapacitado para articular, desde la oposición, una alternativa política creíble al estado permanente de desgobierno en el que se ha instalado esta Comunidad desde hace ya más de un lustro.
Y es que mientras los socialistas se empeñaban en una batalla ideológica más formal que real, sin salida ante el acoso incesante de los mercados, la clase política española iba vaciándose de toda credibilidad ante los ciudadanos, al tiempo que las instituciones democráticas perdían una gran parte del prestigio acumulado desde la Transición. En tales condiciones, el socialismo español, y el valenciano en particular, no parece haber entendido todavía que sin una regeneración democrática en toda regla, empezando por la suya propia, nadie escuchará sus propuestas, por mucho que Andalucía les haga pensar lo contrario.
Si sus dirigentes creen que el desprestigio de la política afecta a todos por igual y que bastará, por tanto, con sentarse en la puerta de Ferraz o de Blanquerías para ver pasar el cadáver del enemigo arrastrado por el lodazal de la crisis (como les ha ocurrido a ellos mismos) están profundamente equivocados.
Si la socialdemocracia europea (lost in globalisation desde hace más de una década) consiguió instalar en su día un modelo de gobierno alternativo al liberalismo económico reinante, en el que la equidad y la cohesión social no fueran, como hasta entonces, las hermanas pobres de las democracias occidentales, ello solo fue posible gracias a la confianza que los ciudadanos habían depositado en las instituciones políticas en general, y en el sector público, en particular. De otro modo el llamado Estado del bienestar nunca hubiera llegado a buen puerto.
Pero desde el momento en que esta confianza desaparece (como ha ocurrido aquí de manera evidente), la socialdemocracia pierde su principal asidero ideológico, y entonces la gente, sencillamente, deja de escucharles. La derecha gana en este país no porque los ciudadanos crean en sus políticas, sino porque hace tiempo que éstos dejaron de creer en la Política, con mayúsculas. Y, desde luego, los principales responsables de que esto ocurriera no están, precisamente, el PP.
Si los nuevos dirigentes del PSOE y del PSPV, tras realizar la oportuna autocrítica, saben liderar, sin ambigüedades ni componendas, este nuevo tiempo de regeneración democrática que se abre, recuperarán la confianza de los ciudadanos. De cualquier otro modo, seguirán esperando a Godot. Lo siento, pero es lo que hay.
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