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Catálogo inmóvil de vida en el planeta

El Museo de Ciencias Naturales dedica a la biodiversidad una exposición que explica la riqueza biológica de la Tierra y advierte de los riesgos que afronta

Sergio C. Fanjul
Una pequeña musaraña en la exposición Biodiversidad.
Una pequeña musaraña en la exposición Biodiversidad.GORKA LEJARCEGI

La vida es un fenómeno altamente improbable, una cosa rarísima. Tanto que, de todo el vasto Universo conocido, solo la hemos observado aquí, en este humilde planeta llamado Tierra y perdido en el borde de una galaxia más. Pero aquí surge por doquier y en cualquier circunstancia, de la más ínfima bacteria a los grandes elefantes y ballenas. Se conocen 1.800.000 especies, pero se especula con que existen hasta ocho millones que aún desconocemos. Esta inabarcable variedad de formas de vida es la llamada biodiversidad. Una exposición permanente inaugurada esta semana en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (c/ José Gutiérrez Abascal, 2) nos enseña a comprenderla, a valorarla y a entender los peligros que encierra su desaparición.

“Queremos llevar al visitante a enamorarse de la biodiversidad, a dejarse llevar por su belleza”, explica Miguel Bastos Araújo, comisario de la exposición e investigador del Consejo Superior de Instigaciones Científicas (CSIC), que gestiona el museo. “Por otra parte, entrar en una comprensión más profunda de los mecanismos que la generan, y que permiten que nuevas especies se creen y se extingan, y también mostrar qué se puede hacer a nivel de intervención cívica y humana para aminorar los impactos sobre ella”.

La exposición

La exposición permanente Biodiversidad, inaugurada esta semana, se puede ver en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en el número dos de la calle José Gutiérrez Abascal. Está abierto de martes a viernes, de 10.00 a 18.00; los sábados, de 10.00 a 20.00; y domingos y festivos, de 10.00 a 14.30. Cierra los lunes. La entrada general cuesta seis euros y la reducida, tres.

A “enamorarse” de las formas de vida se dedica la primera parte de la muestra donde, por ejemplo, se exhibe la gran paleta de colores que la naturaleza pone ante nuestros ojos: el misterio borgiano de las manchas del leopardo, el colorido fantástico de las plumas del quetzal o el pavo real, o el arco iris de las alas de las mariposas y los caracoles. “Es para llenar el ojo con formas, con colores, con funciones; la parte que le gustará más a los niños, por la variedad de animales”, explica el comisario, “se busca un vínculo emocional, porque si las emociones son los suficientemente fuertes esto lleva a la persona a invertir su capacidad intelectual en comprender lo que le gusta”. Vemos lo que se llaman fósiles vivientes, especies que se mantienen imperturbables desde hace millones de años, como un nautilus o un temible cocodrilo del Nilo capturado en 1768. No teman, no muerde: todos estos animales han sido disecados (o naturalizados), algunos llevan así de quietos desde el siglo XVIII, cuando fueron capturados en expediciones científicas.

En 1913 el entonces duque de Alba cazó en Senegal un enorme elefante. Aquí lo tenemos, un siglo después, al lado de unas diminutas musarañas con las que, sorprendentemente guarda parentesco. Si levantamos la mirada vemos el esqueleto de una ballena (un rorcual común) de 21 metros, que preside la exposición colgado del techo y que fue a morir en 2008 varada en la playa de La Petunia, en Marbella.

El mecanismo de la selección natural descubierto por Charles Darwin y Alfred Wallace, motor ciego de la evolución, se explica en la segunda parte, junto con los fundamentos de la genética sentados por Georg Mendel. Desde la célula primordial, la vida se ha ramificando en múltiples formas hasta el día de hoy, donde, millones de años después, nosotros la observamos: es el árbol de la vida. Tres especies de cebra (la de las montañas, la de las llanuras y la de Grévy) ejemplifican aquí las sutiles diferencias que la selección natural puede provocar cuando un animal se distribuye por hábitats diferentes.

Si la primera parte busca entusiasmar y la segunda explicar, la tercera quiere remover conciencias. Aquí tenemos animales ya extintos, como el orgulloso antílope de sable negro, el tigre de Tasmania o un tipo de pingüino, el alca gigante, que ya no se encuentra sobre la faz del planeta. Otras especies están ahora mismo en peligro de extinción por factores muchas veces provocados por el hombre: la polución, el cambio climático, la invasión de sus hábitats naturales, etc. Son los casos del hermoso leopardo de las nieves, el oso pardo, el buitre quebrantahuesos, el urogallo, el lince, y hasta la lapa. Aquí se ven piezas de estas especies que, si no lo remediamos, pronto no podremos ver con vida.

Un patrimonio

¿Por qué conservar la biodiversidad? “¿Y por qué preservar el Palacio Real?”, replica Araújo, “Pues porque es un patrimonio, es parte de nuestra identidad preservar los monumentos que forman parte de la historia del país. La diversidad también es un patrimonio, es parte de la evolución de la vida en el planeta, de la cual nosotros somos parte integrante.

Así que, como entes civilizados, gente educada que intenta entender su papel en el mundo, es importante preservarla”. Como Araújo comprende que algunas personas no son sensibles a estos ideales, ofrece también otros argumentos más prosaicos: “la biodiversidad es también la base de nuestra economía. Sin polinizadores, por ejemplo, no habría agricultura. Hay muchos polinizadores naturales que permiten que haya flora, que nos da el oxígeno y el alimento a los demás animales. Es la base de la pirámide ecológica. Hay una multitud de interacciones bióticas en el planeta que no conocemos con detalle pero de las cuales dependemos para nuestra supervivencia”, sentencia. Aunque reconoce que, en tiempos turbulentos como los que vivimos, las iniciativas políticas en este sentido no son suficientes.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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