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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Señor director general

Los directores generales habían tenido encuentros con los funcionarios de su departamento, no para presentarse, sino para despedirse

Un alto cargo nombrado por el PSOE tras las elecciones en 1982, nada más acceder al puesto, reunió en su despacho a los funcionarios de su departamento para tener un primer contacto. Hechas las presentaciones, el encuentro concluyó sin que el nuevo director general se acordase del nombre de uno solo de los asistentes. Llamó al bedel, que también había asistido a la reunión, y le pidió que cuando entrara uno le dijera su nombre para no quedar mal. Y le espetó: "Por cierto Antonio", que así se llamaba el bedel, "¿cuál es tu apellido?". Y el funcionario, que llevaba una eternidad en el ministerio, le contestó: "Iglesias, señor director general. Igual que nuestro fundador".

Desde hace meses, en la Junta de Andalucía y en la calle había mucha gente que decidió cambiar de fundador, ante la imposibilidad de hacerlo de apellido. Lo decían todas las encuestas y empezaba a ser un hecho tan asumido por todos, que hasta los propios directores generales habían tenido encuentros, no para presentarse, sino para despedirse. Al igual que conozco a un motón de dirigentes del PP que habían recogido ya sus bártulos, a la espera de destino en el nuevo Gobierno autónomo. Muchos estaban en las sedes del PP la noche del domingo. Llegaron al recuento con cara de director general, pero vieron cómo se esfumaba el mayor reparto de cargos de una administración pública en la historia autonómica. Nunca un líder había provocado tanta frustración por tantos despachos.

En política se gana si se tiene el poder. Arenas ganó unas elecciones pero no va a gobernar. Su triunfo histórico tiene consecuencias histéricas en los ánimos de unos y otros. Su victoria electoral será su derrota política, ya que más pronto que tarde perderá el liderazgo en el PP andaluz. Al igual que no hay dos sin tres, es muy difícil alcanzar cinco. Sus cuatro intentos frustrados de acceder a la presidencia de la Junta, este último en el mejor de los escenarios imaginables, hacen imposible cualquier opción a repetir. Arenas pierde ya hasta cuando gana. Por el contrario, Grinán pierde las elecciones, pero quizás le sirva para ganar la batalla interna en el PSOE andaluz. Una dulce derrota en las urnas le podría convertir en el líder que no logró ser con la mayoría que le llevó a la secretaría general de los socialistas andaluces. Ha pasado de mantenerse en el cargo enganchado a un respirador artificial a, posiblemente, mantener la presidencia de la comunidad más importante gobernada por el PSOE, así como en un referente para contrarrestar el modelo de gobierno del PP en el Estado y en las 11 comunidades.

Pero se equivoca el PSOE si olvida que han perdido las elecciones en Andalucía. Y que tiene gran parte de responsabilidad en ese más de un 40% de ciudadanos que decidieron no acudir a las urnas. El castigo a los socialistas, que por primera vez son la segunda fuerza política, es real, y fruto del hartazgo de muchos ciudadanos a tres décadas de gobiernos ininterrumpidos; también del cansancio de demasiada gente ante la confusión entre lo público y lo privado; del aburrimiento ante un partido que, demasiadas veces, ha premiado la lealtad personal sobre la competencia profesional, y sobre todo, del malestar por la ausencia de controles administrativos y falta de diligencia ante la corrupción. También, por esa sensación de tedio ante los anuncios de cambios que no han cambiado nada. Ni en el PSOE ni en la Junta. Ni en la administración que iban a recortar ni en el partido que iban a renovar.

El PSOE acudió a las elecciones con un disparo en ambas piernas, pero ha logrado levantarse. En estos comicios se equivocaron las encuestas y erramos los analistas. Pero también se confundirán los socialistas si creen que la mayoría de los ciudadanos se sigue llamando como su fundador. Atentos futuro señor presidente, consejeros y señor director general.

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