IU puede ser otra vez la llave
La federación aspira a condicionar el Gobierno si Arenas no alcanza la mayoría
Cuando Izquierda Unida tuvo la oportunidad de ser decisiva en Andalucía eligió quedarse fuera. Fue en 1994, y su negativa a entrar en uno de los Gobiernos de Manuel Chaves propició la legislatura llamada de la pinza, el bienio en el que entonces líder de la federación Luis Carlos Rejón y Javier Arenas intercambiaban alfileres de la ropa (pinzas) en el Parlamento para ridiculizar al PSOE. Aquel coqueteo exhibicionista terminó abruptamente con unas elecciones anticipadas en la que los socialistas remontaron, Arenas perdió y se fue a Madrid y el derrame de IU se prolongó durante años. La vieja estampa les persiguió como una pesadilla: desató una catarsis interna crónica y regaló a los socialistas un magnífico argumento de ataque para la posteridad.
Han tenido que pasar 16 años para que un dirigente izquierdista diga públicamente que aparecer una y otra vez del brazo del PP de Javier Arenas no solo fue un mal negocio electoral —pasaron de 20 escaños a 13, y luego a seis, en los que siguen desde 2000—, sino un momento histórico echado al traste en el que la gran perjudicada fue Andalucía. Es el análisis de Diego Valderas, líder y candidato a la Junta, quien en una entrevista a este periódico en junio pasado reflexionaba así: "Los ciudadanos percibieron que IU no había sido capaz de asumir la responsabilidad del 20% de los votos. Les voy a decir una cosa: que me pongan ahora a prueba (...) Yo si sé lo que es priorizar políticas".
Pues bien, si Arenas se queda a las puertas de la mayoría absoluta el día 25, IU tiene una segunda oportunidad. El mensaje de Valderas y del coordinador federal, Cayo Lara, es claro: en Andalucía nunca se va a dar una situación como la de Extremadura, en la que los izquierdistas han dejado pasar al PP, que está en el Gobierno. Pero, a partir de ahí, anteponen un paquete enorme de condicionantes. Nada será gratis, el acuerdo con el PSOE tiene que pagar el peaje de las políticas concretas. Y además, el abanico es amplio: un acuerdo solo de investidura, un pacto de legislatura o una alianza en el Ejecutivo con varias carteras, como hizo el Partido Andalucista en 1996 y 2000.
Valderas ha avisado de que no habrá una nueva pinza en Andalucía
Lo difícil es que el electorado perciba esta apuesta sin que se interprete como entreguismo y que las relaciones intramuros no se desboquen. Porque las convulsiones internas han sido una constante en estos años, una especie de hecho diferencial, y la discordia entre sus exasperados líderes ha ido estimulando el abandono de casi todos los partidos que integraban IU —desde 1996 se fueron cinco— y de los propios dirigentes. El río se llevó a Javier Aristu, Rejón, Rosa Bendala, Francisco Garrido, Concha Caballero o Rosa Aguilar, entre una multitud. Ahora Izquierda Unida es el PCE, Izquierda Abierta (creada por el excoordinador general Gaspar Llamazares) y la CUT de Juan Manuel Sánchez Gordillo, que hace las veces de muletilla, pero que en el tira y afloja consigue mucho más poder del que le correspondería por implantación y militancia. Ahí está, por ejemplo, la candidatura de Gordillo en Sevilla, que quería Valderas para sí. El alcalde de Marinaleda ha sabido sacar partido del entramado de escaramuzas de los comunistas, que le han dado la venia a cambio del número dos de esta plaza, aún con el riesgo de que el aspirante a la Junta no consiga escaño por Huelva.
La gran cuestión de IU en estas elecciones es cómo vehicular el pacto con el PSOE si se dan las circunstancias, aunque este asunto se intente esquivar públicamente, sabedores del sambenito de herramienta de los socialistas que colgará inmediatamente sobre su figura electoral. En el juego interno de IU, el más rojo y el más antiPSOE es el que normalmente gana la batalla de las asambleas. Pero el PCE es expeditivo, y fuera de los discursos de la pureza ideológica y de las esencias, en esta ocasión el partido hegemónico contempla la posibilidad cierta de asumir tareas de Gobierno o de impedir que la derecha suba al poder.
La relación con el PSOE siempre ha sido un motivo de fricción interna
Los socialistas, que como el PP también van a por todas, están utilizando el espantajo de Gordillo —quien ha abominado de una alianza con el PSOE y se apresuró a aplaudir el chocante caso de Extremadura— para llamar al voto útil y arañar lo máximo a su izquierda. Sin embargo, el líder de la CUT tiene una influencia muy limitada, y en el referéndum entre las bases que ha prometido Valderas para legitimar un hipotético pacto, las tesis del PCE vencerían por goleada.
Con el telón de fondo de la congoja de la ciudadanía ante el derrumbamiento económico, el mensaje de campaña no ha sido difícil: oponerse a todo lo que está haciendo el Gobierno del PP —también al viraje de Zapatero antes de noviembre pasado— y denunciar el desmantelamiento acelerado del Estado del bienestar. El resto lo ponen la escalofriante cifra del paro, el escándalo de los ERE —que ha taponado la difusión de ideas del PSOE como si fuera una envoltura estanca— y la indignación que brota con fuerza en la calle.
Sea cual sea el resultado de las elecciones, a finales de año IU debe elegir nuevo coordinador y Valderas no repetirá al consumir los tres mandatos reglamentarios. Muchas de las estrategias se conciben ya en esa clave.
El factor Gordillo y el día después
El rechazo del líder de la CUT a una alianza con los socialistas crea incertidumbre
Desde el principio de la democracia Juan Manuel Sánchez Gordillo es una guinda excéntrica que aporta mucho colorido a la escena política, sobre todo en la mitad norte de España, donde suscita tanta curiosidad como estupefacción. Con una apariencia entre decimonónica y alternativa (larga barba encanecida y zapatillas de deporte), y un lenguaje de agitador indomable, responde con exactitud a la leyenda de bracero irredento, grabado a fuego en el imaginario colectivo. Aunque no se sabe que haya cogido nunca un azadón (es en realidad profesor de instituto), su dedicación política al frente del Colectivo de Unidad de los Trabajadores (CUT) ha sido siempre el jornalerismo activista del campo andaluz.
Las carambolas que propician las luchas domésticas de Izquierda Unida, formación en la que se integra su partido, le han colocado por segunda vez consecutiva a la cabeza de la candidatura de Sevilla, la de más fuste de la federación de toda España. Con pañuelo palestino siempre rodeándole el cuello, Gordillo ha destacado en los últimos años por una acusada hostilidad hacia el PSOE, si bien ha obtenido históricamente de los responsables de este partido un rosario de favores para su localidad, Marinaleda (Sevilla), de la que es alcalde ininterrumpidamente a partir de 1979.
Conocido por sus reincidentes ocupaciones de fincas, bancos y una amplia gama de edificios públicos, en Andalucía apenas llama ya la atención. Son su ferocidad verbal hacia el PSOE y el radicalismo —ha llegado a decir que el PCE es una formación socialdemócrata— los perfiles que le surten de titulares. Los últimos por su apoyo a IU de Extremadura cuando facilitó el Gobierno al PP y se negó a un acuerdo con los socialistas. “Formar gobierno con el PSOE en Andalucía sería un suicidio para IU y su muerte definitiva (...) Un pacto sería echarle la soga al verdugo que nos va a ahorcar inmediatamente después porque el PSOE no tendría ningún problema en tirar de la cuerda. ¿Le damos el cuello, la cuerda y le decimos tira cuando quieras?”, dijo.
Pero la situación de IU de Extremadura no se parece en nada a la de Andalucía. Allí la federación era hasta el año pasado extraparlamentaria y su relación con el PSOE, según cuentan, sencillamente insostenible. Además, Diego Valderas es un aliado excepcional del coordinador federal, Cayo Lara, que se mostró especialmente combativo al apoyo a los populares.
Juan Manuel Sánchez Gordillo es mucho más pragmático de lo que cabría pensar al oir su discurso político, y más si es de manera presencial. En IU ha sabido pactar con corrientes diversas para mantenerse a flote si lo han exigido las circunstancias, con tal de obtener mejor cuota para él y la CUT. Y se ha movido con soltura en los pasillos de la Junta a la hora de cerrar subvenciones para Marinaleda.
Hay un dato poco difundido que dice mucho del sentido práctico del líder de la CUT en los momentos clave. En 1996, cuando Izquierda Unida decidió bloquear los Presupuestos de Manuel Chaves (estaban prorrogados del año anterior) y precipitar la convocatoria de elecciones, Gordillo rebatió la estrategia de Julio Anguita, Felipe Alcaraz y Luis Carlos Rejón. Vio antes que ninguno que aquella jugada traería cola en los años venideros y trabajó por un acuerdo que no pudo ser.
Otra muestra es la reforma del Estatuto de Autonomía. IU fue una las fuerzas impulsoras del texto y la CUT se opuso (solo Marinaleda votó que no en toda Andalucía), pero no convirtió esta diferencia en un condicionante inapelable. Ni siquiera hizo campaña más allá de los límites fronterizos de su ciudadela.
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