Palabra de Poe
Echanove lo conduce desde la laxitud de la derrota anímica hasta la desesperación, en un recitado perfecto si lo refrenara en el clímax.
Miedo nos daba que la espesa nube que oculta a Juan Echanove e invade el patio de butacas al comienzo de Desaparecer, tampoco nos dejara ver a Poe: las potentes canciones de la mallorquina de origen macedonio Maika Makovski, que al piano emerge esplendorosa entre la humareda, tienen mayor magnetismo que esos primeros fragmentos filosofizantes interpretados por el actor madrileño, cuya figura difusa persevera inmóvil del rincón en el ángulo oscuro de la asimétrica estancia expresionista diseñada por Aida Guardia. Pero dijo Bieito: “Hágase la luz”, y apenas Echanove empezó a relatarnos El gato negro cuando el universo necrófilo del autor estadounidense afloró como un geiser.
Iluminado desde abajo, con modernas candilejas proyectando en su rostro sombras granguiñolescas, modulando su voz sin efectismos, el actor encarna con un halo de locura genuina a ese personaje atormentado, protagonista unívoco de tantos relatos de Poe, que narra con enfermiza autocomplacencia el rosario de acciones que le abocaron a una desgracia de la que se sabe culpable. Calixto Bieito, director del espectáculo, nos ahorra truculencias y golpes de efecto: ni él es Roger Corman, ni Echanove Vincent Price. Mientras el protagonista, con un brioso discurso envolvente, intenta justificar que él, antaño amante de los animales, se transmutara en torturador, Makovski, sugerentemente vestida por Marian Corominas, encarna de pie, en segundo plano, la figura evanescente y aterrada de la bella esposa que tan mal fin tiene en este y en otros relatos, a imagen de los amores malogrados de Poe.
El poeta recitó mil veces El cuervo en los salones de moda: Echanove lo conduce desde la laxitud de la derrota anímica hasta la desesperación, en un recitado perfecto si lo refrenara en el clímax. El público aplaudió a rabiar a los dos intérpretes, siempre cogidos de la mano, y el actor, generoso, empujó a la cantante para que saludara sola, pero se negó a hacer lo mismo.
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