Disparen sobre el batería
Hay una marca de bebidas espiritosas que, en fechas como éstas, ha decidido invertir en jazz, benditos sean sus responsables; y se han inventado unas a modo de "sesiones golfas", que están teniendo lugar en el Teatro Lara, aprovechando que los comediantes se han ido a su casa y nadie nos va a decir nada. La cosa, que si existe un lugar perfecto para escuchar jazz en Madrid es éste, con el fantasma de Lola Membrives corriendo por los pasillos y una barra de bar bien provista dando la bienvenida al espectador. Uno tiene visto en este mismo escenario al gran Osvaldo Puglisese al frente de su batería de bandoneones, y es algo que no se olvida fácilmente. El jueves fue Joe Lovano, a quien se toma por santo y seña del jazz contemporáneo. Y el teatro, si no lleno, a punto de estarlo. Todo bien, hasta que llegó Francisco Mela, y dijo: "aquí estoy yo." Y ya no escuchamos nada más. Que el cubano es del tipo de baterías estrepitosos que no necesitan hacer solos porque no hacen otra cosa. Un gran músico, sin duda, pero no para ésta clase de música; no, para este tipo de espacios.
Uno piensa en los referentes del saxofonista -Sonny Rollins- y la capacidad que estos tuvieron/tienen para rodearse de los acompañantes más convenientes en cada ocasión. Algo que Lovano desconoce, quizá porque ya no hay músicos de oficio, capaces de abrirse paso sin levantar la voz más allá de lo prudente y necesario. Aunque no por edad, Lovano es un jazzista de otros tiempos, y si toca I´m all for you, recordando a Hank Jones, es para decirle a su actual pianista, Salvatore Bonafede, que no se esfuerce, que lo que aquel hacía no se aprende en las escuelas. Así las cosas, asistir a un concierto de Lovano constituye un ejercicio de nostalgia no disimulada. Y, si no, véase el repertorio, en el que no faltan los nombres de Charlie Parker, Dexter Gordon y hasta Enrico Caruso, a quien el saxofonista dedicó uno de sus discos. Si sólo hubiéramos podido escucharle...
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