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crítica | rock
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Oda a la vieja casete

Dawes, hasta ayer inédita en Madrid, es una de esas bandas que por sí mismas justificarían la adquisición de un Chevrolet; solo por escucharlos a toda pastilla

Ahora que las cintas de casete cumplen medio siglo y entran ganas de colocarles celofán en las pestañas y rebobinarlas con boli Bic, apetece encontrarse con un grupo tan deliciosamente clásico y desfasado como Dawes. El cuarteto angelino solo suma dos álbumes, pero Fire away, la asombrosa y prolongada pieza con la que anoche abrió su comparecencia en El Sol, parecía un inédito de Jackson Browne en los años de The pretender.

 Taylor Goldsmith, hombre de garganta poderosa y guitarra incisiva, lidera el plantel, pero su hermano Griffin aporta sabrosas segundas voces desde el fondo del escenario. Larga vida, siempre, para los grupos con un batería que canta. Y con un organista en la formación que revaloriza el repertorio: If I wanted someone sonó sobre las tablas más sabrosa que en los surcos del disco Nothing is wrong.

Dawes, hasta ayer inédita en Madrid, es una de esas bandas que por sí mismas justificarían la adquisición de un Chevrolet; solo por escucharlos a toda pastilla (en el radiocasete, por supuesto) durante algún polvoriento periplo interestatal. Las baladas, como Million dollar bill, les permiten sacar a relucir sus canónicas armonías a tres voces, tal y como Crosby, Stills & Nash enseñaron a varias generaciones de herederos. Y algún tema de su debut (North hills), como When my time comes, suena a apoteósico himno de rock celta. Tanto, que el público lo coreó tal que si no parase de sonar en las radios.

Justo antes habíamos descubierto al melenudo Robert Ellis, que parecía recién llegado de la comuna pero dispone, a lo que se ve, de residencia convencional en Houston, Texas. Ellis constituye una magnífica opción para la cara B de nuestra cinta, pues también encarna el ideal de la vida al volante. Es más campestre que alt country y posee una voz fantástica, como si fuera descendiente directo de Don McLean.

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