Jerez, siempre Jerez

Noche plenamente jerezana, en homenaje al hace poco desaparecido Moraíto Chico, “el mejor guitarrista de acompañamiento de todos los tiempos”, según dijo José Mercé. Su hijo, Diego del Morao, acompañó a Mercé, y lo hizo con bastante aproximación a la perfección del padre, con dulzura y precisión que anunción en él a un guitarrista ya casi ejemplar. Con su juventud, Diego del Morao es sin duda un primer escalafón del toque.

Acompañó, ya lo hemos dicho, a un José Mercé pleno de facultades, a quien hacía tiempo no veíamos tan en forma. Hizo cinco o seis cantes, pero dos de manera ejemplar: soleares y siguiriyas, las dos columnas vertebrales del cante jondo. En ambos al límite de su voz, José se volcó con pasión en una absoluta entrega a desentrañar las esencias de dos cantes complejos y difíciles, tan difíciles que puede decirse que quien logra hacerlos como deben se hechos, domina de arriba abajo el cante jondo.

Antes de Mercé comparecieron los otros componentes del formato. Salieron los tres cantaores juntos, interpretando tonás y —el de la Morena— cantes de trilla. Después, por turno, dos cantes cada uno, destacando la siguiriya que cantó Fernando, y la soleá de la Macanita. Cantes, en general, hechos con excelente son, que dieron paso a la presencia de nuevo de todos juntos para una ronda por bulerías, en la que brillaron todos, junto al guitarrista Higuero. Dieron varias muestras del cante jerezano más significativo, dicho con rajo, con gracia, con falmencura.

El arte puro de Jerez tuvo su gran noche, demostrando que hoy quizá es el lugar donde hay un flamenco fresco y vivo, que sigue activo y dando valores de gran interés. Aunque de todos estos participantes, no nos engañemos, solo Diego del Morao es joven. Pero Jerez siempre es Jerez.