"Si no hay justicia, habrá venganza"
El tiroteo mortal daña la convivencia en el barrio multirracial del Besòs en Barcelona Detenidos cuatro delincuentes por el crimen del inmigrante subsahariano
La muerte a tiros de un senegalés de 32 años en Barcelona ha destapado un conflicto latente en el multiétnico barrio del Besòs. Unas 150 personas se concentran desde primera hora en el mismo lugar donde ayer por la tarde Ibrahima Dyei murió abatido de un disparo. El crimen, por el que ya han sido detenidos cuatro miembros de una misma familia de etnia gitana –el padre y tres de sus hijos–, comenzó por una disputa absurda a propósito de un partidillo de fútbol que se estaba jugando en la calle. Pero la mecha ha prendido y el incidente ha derivado en un conflicto que amenaza con provocar episodios de violencia y deteriorar la convivencia en un barrio donde persisten la marginalidad y el tráfico de drogas.
El asesinato ha despertado la rabia y la indignación de la comunidad senegalesa, que tiene muy presentes hechos similares ocurridos en Italia, Palma y Almería. Hay opiniones y actitudes para todos los gustos, y aún es difícil juzgar con precisión la naturaleza de lo que está ocurriendo en el Besòs. Pero hay una opinión muy extendida entre los vecinos, compañeros, amigos y familiares de Ibrahima: la desconfianza absoluta hacia la justicia. Y la sensación de que matar a un africano sale gratis. Ese es el sentimiento más común entre los senegaleses reunidos a esta hora frente al bloque de pisos donde residían los cuatro miembros de la familia detenidos por los Mossos d’Esquadra.
Los sentimientos están a flor de piel y desde primera hora se han producido discusiones a voz en grito entre los miembros de la comunidad. Hay discrepancias sobre cómo debe encararse la tragedia. Algunos han escrito "justicia" en trozos de cartón y han colgado varias copias de una fotografía de Ibrahima en la que aparece vestido con un traje blanco en un parque de Barcelona. Otros prefieren ser más expeditivos y abogan por “matar a esos gitanos” y “quemarles la casa”, en una escalada dialéctica que ha tenido su traslado a la práctica.
El momento de mayor tensión se ha producido alrededor de las dos de la tarde, cuando alguien ha prendido fuego a un trozo de cartón y lo ha introducido, a través de una ventana, en una de las habitaciones de la casa donde vivían los detenidos. El fuego ha afectado solo a esa estancia, según ha explicado más tarde un portavoz de los bomberos, que han acudido al lugar en medio de las protestas de los senegaleses, que no querían separarse de la puerta. La policía autonómica ha establecido un perímetro de protección alrededor del bloque de viviendas en previsión de nuevos incidentes. Para esta tarde está prevista una concentración en el mismo lugar en repulsa por el asesinato.
“Si no hay justicia, habrá venganza. Esto no lo vamos a dejar así. Basta ya de estos crímenes, ha pasado lo mismo en Italia, en Almería… No vamos a aguantar más”, denuncia en voz alta uno de los senegaleses, que anima al resto a ser más contundentes en las protestas.
La mayoría de ellos coinciden en que hasta la fecha no se han producido incidentes de importancia entre comunidades en el barrio, una zona limítrofe con el municipio de Sant Adrià de Besòs. Autóctonos, familias de etnia gitana, senegaleses, paquistaníes, magrebíes y, en menor medida, sudamericanos comparten espacios públicos y privados. “Hay algunas personas gitanas que son racistas y nos insultan. Pero la mayoría, no. Nos llaman ‘primo’ o ‘compadre’ y no tenemos ningún problema”, explica Pierre, uno de los que, pese a optar por la moderación, no pueden reprimir el sentimiento de rabia y las ganas de buscar venganza.
La jornada ha puesto de relieve los conflictos latentes en el barrio y se han producido algunas escenas de enfrentamiento verbal entre senegaleses y vecinos de toda la vida. Llama la atención, por ejemplo, la conversación de un hombre de mediana edad con uno de los compatriotas de Ibrahima. “A mí me parece mal lo que ha pasado y, si queréis colgar a los que han hecho esto, me parece bien. Pero no tenéis por qué romper los cristales de mi coche, porque ¿eso quién me lo paga?”, preguntaba en hombre en alusión a los disturbios que se registraron ayer por la tarde. Tras el crimen, un grupo de hombres entró en la portería de la familia agresora –preludio de lo que iba a ocurrir hoy-, volcó contenedores de basura y rompió las lunas de algunos vehículos, según fuentes policiales.
En otro momento de esta tensa jornada, un vecino, también español, ha puesto el grito en el cielo porque los senegaleses estaban sentados en las escalerillas que hay junto a su portería. “Este hombre es un racista, como los que atacaron a Ibrahima. Está montando todo este espectáculo de forma gratuita, está provocando”, lamenta Mamadou, un joven senegalés que toma una taza de té. La jornada será larga y algunos de los compatriotas se han dedicado a preparar té y a comprar barras de pan para repartirlas entre las personas concentradas.
Dolores nació en Huelva, pero vive en el barrio desde hace 53 años. Ella está del lado de los senegaleses. “Ellos vienen desde su país con mucho sacrificio y se dedican a vender bolsos”, dice Dolores, un ejemplo vivo de memoria histórica sobre la inmigración andaluza a Cataluña en la etapa del franquismo: “Cuando nosotros vinimos a Barcelona, estuvimos en muy malas condiciones de vida en el Camp de la Bota. Por eso comprendo ahora a estos chicos y me dan mucha pena". "¿Acaso son perros para que tengan que decirles que se vayan a su país?”, se pregunta la mujer, más crítica con el comportamiento de “algunos gitanos” que “creen que el barrio es suyo” y “trafican con drogas”.
“Queremos justicia. No queremos que entren por una puerta y salgan por la otra. ¿Quién nos garantiza que estas personas van a ir a la cárcel?”, añade Moussa. Su posición resume bien el sentir de la mayoría de los concentrados: se temen que los detenidos van a pasar muy poco tiempo en prisión y que van a volver al barrio a reírse delante de ellos por lo ocurrido. Algunos senegaleses ponen en duda incluso que la policía autonómica les haya detenido y piden documentación que acredite su estancia en comisaría.
El comisario jefe de Barcelona, Joan Carles Molinero, ha explicado esta mañana que los detenidos son un padre y tres de sus hijos. Uno de ellos, de 28 años, es el presunto autor del disparo mortal, a pesar de que los testigos presenciales señalaban ayer al padre como responsable de ese disparo. Entre los cuatro acumulaban más de 60 detenciones por robos, tráfico de drogas y peleas. “A los vecinos nos tenían atemorizados. Todo el mundo les tenía miedo”, explica un paquistaní que vive al lado del domicilio de uno de los detenidos. “Pasean por aquí a toda velocidad con su coche y lo aparcan delante de la puerta, a pesar de que no se puede aparcar. La familia está todo el día aquí fumando y vendiendo drogas”, añade.
La comunidad gitana se solidariza con familiares y amigos de la víctima senegalesa
La Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña (FAGiC) ha mostrado hoy públicamente su solidaridad y condolencia con la familia y amigos del joven senegalés que anoche murió de un disparo efectuado supuestamente por parte de un joven gitano en el barrio del Besòs de Barcelona.
En un comunicado, la FAGiC ha mostrado su "rechazo e indignación" por el crimen de anoche, cuando un discusión al principio intrascendente por un partido de fútbol callejero derivó en una pelea entre grupos en la que supuestamente un joven de etnia gitana, de 28 años, disparó mortalmente al joven senegalés, de 32 años.
La Federación de Asociaciones Gitanas ha condenado de forma rotunda "cualquier tipo de violencia o situación que vulnere los derechos de los ciudadanos" y ha expresado su solidaridad y condolencia con el pueblo senegalés, en especial la familia y amigos de la víctima.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.