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El granito lastra el legado urbanístico de Gallardón

Arquitectos y urbanistas destacan el soterramiento de la M-30 y el proyecto Madrid-Río Los expertos critican el modelo de remodelación de las plazas como Callao o Sol El Eje Prado-Recoletos es el reto pendiente del regidor

Nadie le niega a Gallardón la gran transformación de Madrid en materia de urbanismo en sus ocho años de mandato como alcalde. Arquitectos y urbanistas consideran que esta ha sido lo más parecido a una década prodigiosa. Sin duda, señalan como la obra más relevante el soterramiento de la M-30 y el proyecto Madrid-Río, que implicó una gran renovación urbanística a lo largo de sus ocho kilómetros, y que se ha convertido en referencia internacional. Matadero o Conde Duque también se citan como ejemplos de rehabilitación destinadas a usos culturales. No pasa lo mismo con las plazas remodeladas bajo su mandato, como Sol, Alonso Martínez o Callao, a base de granito, que levantan las mayores críticas. Y queda pendiente acometer el saneamiento de una zona vital de Madrid, su salón: el Eje Prado-Recoletos. “Lo más relevante de su legado va a quedar asociado a la definitiva modernización de la ciudad. Madrid se ha incorporado a la vanguardia arquitectónica, que sufría un retraso evidente respecto a Barcelona”, explica el urbanista, José María Ezquiaga. Su gran aportación, ha sido intentar buscar un modelo de ciudad, dice José Antonio Granero, decano del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), “aún no se ha conseguido, pero él ha iniciado ese camino”.

Una de las grandes bondades que trajo consigo el soterramiento de la M-30, opina Ezquiaga, es que “permitió acabar con la última barrera física entre el norte y la periferia sur, que significa reconciliar el centro con la periferia”. Sin embargo, esta colosal obra también tiene sus sombras, a juicio del urbanista, porque el enorme esfuerzo inversor que supuso menos actuaciones en el centro de la capital. Para Granero, Madrid-Río es un proyecto “con grandeza y altura de miras”. Belinda Tato (Ecosistema Urbano) opina que Madrid-Río “ha supuesto ganar miles de metros para el ciudadano y se ha corregido un desequilibrio muy grande entre lo que había dentro de la M-30 y fuera”. Sin embargo, el ordenamiento del tráfico en la zona es “muy discutible”. Una pega que comparte también Andrés Jaque. Admite que la obra “era necesaria”, pero no comparte el enfoque. Era necesario, admite, pero discrepa del enfoque. “Se ha dado gran prioridad a atender el tráfico rodado. La M-30 presentaba una colección de fracturas sociales que habría que haber atendido más a su cosido, era la oportunidad”.

La rehabilitación de Matadero, que lleva aparejada una gran revitalización cultural es otra de los hallazgos que le computan al ya exalcalde. Luis Mansilla, uno de los autores del Musac de León, dice que es un modelo de recuperación de la arquitectura urbana hecha con pocos recursos, que lleva además implícita algo más importante para él, la acción cultural. “Con esta obra se ha acercado mucho a la juventud y ha imaginado una construcción para la ciudad que pueda ser foco de actividad cultura. Esto es ejemplar y se ha adelantado un poco al futuro”.

La política de rehabilitación de barrios, para algunos como Juan Navarro Baldeweg es uno de los mayores logros de Gallardón. “Ha conseguido una ciudad más civilizada y amable por una serie de obras, entre otras, las rehabilitaciones de barrios como Chueca y Lavapiés”. Granero, sin embargo, dice que falta hacer una regeneración de barrios integral y critica la actuación de Gallardón en relación con los PAUS. “No ha sido afortunada, con ese esquema de grandes avenidas para coches, en las que no hay vida, ni comercios, ni espacios públicos”. En cuanto a los barrios del centro, Ezquiaga y Granero apuestan porque se permita una mezcla de usos, desde la actividad industrial a los servicios, para lo cual se necesitaría una normativa más flexible. “HP, que empezó en un garaje no hubiera podido hacerlo en Madrid”, dice Ezquiaga.

La crítica a las plazas que se han remodelado en los últimos años concita la mayor unanimidad. “Los espacios públicos deben pensarse para la amabilidad del ciudadano, no desde el monumentalismo, y siempre debe de haber árboles, no siempre granito”, resume Ezquiaga. “La intervención se ha zanjado con granito”, opina Tato, “las plazas de Sol y Ópera, por ejemplo, solo se han pavimentado sin hacer antes una reflexión sobre lo que podía haber generado ese espacio, no se les ha dado identidad”.

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