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Tina Barney, la fotógrafa que deja al descubierto a las familias privilegiadas

La sala Kutxa Fundazioa Artegunea de San Sebastián alberga la primera retrospectiva de la artista estadounidense en Europa: un recorrido por cuatro décadas de su obra, centrada en los lazos familiares y la vida de la élite norteamericana

‘The Reunion’ (La reunión), 1999
Gloria Crespo MacLennan

En la vida de Tina Barney (Nueva York, 1945), el año 1983 marcó un punto de inflexión: se divorció, regresó a su ciudad natal con sus dos hijos y debutó con una impresión de 1,20 x 1,50 metros en la exposición Big Pictures By Contemporary Photographers, en el MoMA. Se trataba de Sunday New York Times (1982). El tamaño de la imagen era entonces revolucionario, y mostraba a varios miembros de su propia familia congregados de forma desenfadada en torno a una mesa, donde algunos de ellos leían el periódico. Irradiaba la inocencia y la frescura de una instantánea, aunque distaba de ser algo totalmente improvisado. El espectador podía detenerse en una gama de gestos sutiles y fricciones visuales, abrirse paso hasta el fondo de la escena adentrándose en una intimidad vedada: la de la alta sociedad de la Costa Este americana.

Cuatro décadas después, Barney ocupa un lugar central en la fotografía estadounidense contemporánea. Aunque sus imágenes giran en torno a la figura humana, no se considera retratista. Asegura que lo que más le interesa es lo que sucede entre y alrededor de esta: observar con detalle las miradas, las interacciones, las actitudes y los gestos, a menudo desplegados en un marco de opulencia, entre densas cretonas, porcelanas delicadas y muebles recios de maderas nobles. De ahí que haya hecho de su propia familia —y de otras también— el tema fundamental de su obra, con el fin de ahondar en las relaciones intergeneracionales y explorar los vínculos familiares como grupo social, atendiendo a sus rituales, a sus formas de convivencia, de vestir y de presentarse a sí mismos, moldeados por su entorno y estilo de vida.

Tina Barney. Lazos familiares recorre la trayectoria de esta fotógrafa, etiquetada —a su pesar— como la etnógrafa de la élite americana. Se trata de la primera retrospectiva organizada en Europa. Producida por el museo Jeu de Paume de París y comisariada por su director Quentin Bajac, puede verse en la sala Kutxa Fundazioa Artegunea, en el centro Tabakalera de San Sebastián. Ofrece una amplia selección de imágenes a gran formato, tanto en blanco y negro como en color, que abarcan desde las primeras imágenes realizadas hasta otras inéditas y trabajos producidos por encargo.

‘The Reception’ (La recepción), 1985

Barney creció en el Upper East Side de Manhattan: su abuelo fue fotógrafo amateur, su madre, modelo, y su padre, descendiente de coleccionistas de arte y de uno de los fundadores de Lehman Brothers. Así, cuando sus imágenes comenzaron a circular en los años ochenta, mostraban al público un sector de la sociedad poco abordado por la fotografía, más tendente a centrase en los desfavorecidos. La crítica las recibió como “la imagen de un paraíso WASP”, comparándolas con la estética publicitaria de Bruce Weber para Ralph Lauren. Lo más desconcertante, sin embargo, era la ausencia total de idealización: una cotidianeidad banal parecía envolver a los protagonistas. ¿Estaba Barney simplemente documentando su mundo o, en el contexto político de la era Reagan, debía leerse su trabajo como una forma más sutil de crítica —marcada por la distancia o incluso por cierta ironía— hacia ese universo privilegiado?

Frente a algunas interpretaciones, el comisario de la muestra aclara su postura: no coincide con la lectura de ironía que algunos atribuyen a la obra. “Admiradora del ojo observador del fotógrafo alemán August Sander, Barney procura que sus imágenes estén, en la medida de lo posible, desprovistas de juicios de valor y que sean respetuosas con las personas que fotografía, quienes depositan su confianza en ella”, advierte Bajac en uno de los textos que se incluyen en Tina Barney. Family Ties (Aperture/Atelier EXB), la publicación que acompaña a la exhibición. “En lugar de la crítica social, prefiere una especie de observación interrogativa”, añade. “La única manera en que podemos examinarnos a nosotros mismos, o la historia de nuestras vidas, es a través de la fotografía”, dice la fotógrafa.

‘Jill and Polly in the Bathroom’ (Jill y Polly en el cuarto de baño), 1987

En los años en que la fotografía callejera de Garry Winogrand y Lee Friedlander dominaba la escena —con su perspicaz mirada de lo cotidiano—, Barney se decantaba por explorar el ámbito cerrado de la vieja aristocracia del dinero, no sin reconocer que cuando en 1967 vio la obra de ambos dentro la mítica exposición New Documents, “fue como ver a Dios”. El mundo estaba ahí para ser observado tal como era, sin teorizarlo, con el coraje de enfrentarse a él directa y atentamente. “Yo no elijo a esa gente, son mi vida”, reconocía la artista. ”Estos lugares son mi vida; las cosas que me seducen son, en primer lugar, la luz, y luego las texturas y los colores —las mismas cosas que interesaban a Vuillard— y los patrones. Creo que la idea de hacer imágenes grandes tiene que ver con el amor por los detalles, y el hecho de que siento que cada objeto cuenta y es importante. Probablemente el público también lo piense; existe una curiosidad por saber si la persona de la foto lleva un vestido de Laura Ashley, por ejemplo. Esto forma parte de nuestro tiempo, y estas imágenes son prueba de ello, obviamente”.

Hace uso de una cámara de gran formato, que le permite establecer la distancia necesaria con sus sujetos que contribuye a esa frialdad que desconcierta a algunos. Con frecuencia pide a los modelos que posen hasta obtener el efecto deseado, pero también deja un espacio al azar, insertando y extrayendo rápidamente la película, para dar una sensación de inmediatez a unas escenas cuidadosamente iluminadas. De igual forma, el tamaño de la imagen aumenta la tensión visual, el lenguaje corporal se hace más manifiesto, así como los gestos conscientes o inconscientes de los protagonistas. Así, The Suits (1977), prescinde deliberadamente de las cabezas de los jóvenes para dirigir la mirada hacia aquello que “hace posible identificar la procedencia de alguien de acuerdo con su postura o su porte, su ropa y su forma de llevarla”, apunta la fotógrafa. “La foto trataba en gran parte de todo eso. Corté las cabezas de la gente porque no quería que fuera un retrato. Quería que el público se fijara en las cosas que me interesaban a mí”.

‘The Hands’ (Las manos), 2002

En The Hands (2002), un padre y un hijo posan con los brazos cruzados. “Tengo un interés general en la fisionomía”, reconocía la fotógrafa en una entrevista con The Brooklyn Rail, “en parte porque me pregunto si, en el caso de un padre y un hijo, cuando el hijo tiene exactamente la misma expresión facial que su padre, ¿es eso algo genético, físico, o imitativo? No hay manera de saberlo a ciencia cierta. Creo que es producto de la imitación, pero ¿por qué quiere la gente parecerse o actuar como su padre, su hermana o su hermano? Lo encuentro verdaderamente fascinante”, aseguraba.

La obra de Barney no deja de ser un estudio autobiográfico donde prima la composición visual. Así destaca Self-Portrait in Red Raincoat (1990), donde se autorretrata dentro de un enorme charco. “Creo que, si miramos a lo largo de la historia del arte, los autorretratos son probablemente las obras más importantes que un artista hace. Probablemente porque te conoces a ti mismo mejor que a nadie”, señala la fotógrafa. “Creo que la fotografía es el medio más difícil de usar para hacer esto. Por supuesto, otros que usan otros medios probablemente dirán que su medio es el más difícil. La cámara tiene el problema del enfoque. ¿Cómo te enfocas a ti mismo? Bueno, hay diferentes trucos, pero es condenadamente difícil de hacer. También, en qué estás pensando cuando tomas la foto. Para mí, eso es probablemente lo más importante de todo, en qué decides pensar”.

Más de cuatro décadas después de su irrupción en la escena artística, la fotografía de Barney sosteniendo la mirada sobre lo que conoce con una mezcla de distancia y afecto. A medio camino entre lo íntimo y lo teatral, plantea reflexiones sobre el lugar del artista, sobre los límites del retrato y la posibilidad de mirar sin ser cómplice.

Tina Barney. Lazos familiares. Kutxa Fundazioa Artegunea. Fundación Kutxa. Edificio Tabakalera. San Sebastián. Hasta el 2 de noviembre.

Tina Barney. Family Ties. Aperture/ Atelier EXB 176 páginas. 52 euros.

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Sobre la firma

Gloria Crespo MacLennan
Ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS como editora gráfica y periodista cultural especializada en fotografía. Colabora en diversos medios de comunicación y ejerce como comisaria independiente de exposiciones. Es directora de un documental sobre la pintora Maria Blanchard, ‘26, Rue du Départ. Érase una vez en París’
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