Marina Núñez: “La inteligencia artificial va a suponer un seísmo laboral y conceptual para el arte”
Las obras multidisciplinares de la artista protagonizan una intervención ‘site specific’ en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid
Marina Núñez (Palencia, 1966) protagoniza una exposición concebida específicamente para varias salas del Museo Lázaro Galdiano (Madrid, hasta el 10 de marzo) en la que, a través de sus creaciones multidisciplinares, propone una reflexión sobre el papel de las mujeres dentro de la historia del arte.
Su actual exposición se titula Nada es tan profundo como la piel. ¿Cómo se entronca y dónde se separa de sus trabajos anteriores? Sigue apostando por la piel, el cuerpo, como lo que somos: materia, no una esencia profunda e invisible, llámese alma o conciencia, atrapada en ella. Pero sí es diferente o específica, porque al estar pensada para el palacio Parque Florido, con su profusión de elementos decorativos, las obras están impregnadas de ornamento. Que también es una piel, en este caso de la arquitectura, considerada superflua o desdeñable, incluso perniciosa, al menos desde el siglo XX. Un exceso inútil asociado también a lo femenino. En la exposición se toma partido por ambas pieles.
Es la primera vez que incluye la IA en su obra. ¿Qué aporta esta tecnología? En mi caso, al menos por el momento, es una herramienta similar a los programas informáticos que empleo para crear las obras. Una herramienta ciertamente deslumbrante, que en esta exposición me ha permitido hacer cientos de imágenes que representan especies botánicas para emplearlas en las impresiones y vídeos. Creo que va a suponer una revolución para el mundo del arte, un seísmo laboral y conceptual. Es una tecnología portentosa, y aún está empezando…
Al echar la vista atrás a su trabajo, ¿cuáles diría que han sido sus obsesiones recurrentes? La representación de cuerpos, y por tanto identidades, no canónicas; las identidades metamórficas, desestabilizadas, híbridas; la tecnología y lo posthumano; la relación de los seres humanos con su entorno.
¿Cuándo supo que se dedicaría al arte? Sobre los 16 o 17 años. Me daba un poco de miedo, la verdad, porque no tenía referentes cercanos, pero al ser ya una carrera universitaria era más sencillo imaginarla como una profesión más. Pero la sensación dominante era una enorme alegría. Que sigo manteniendo, es una suerte dedicarse a esto, a veces me parece aún inverosímil.
¿Qué obra de arte ajena le habría gustado crear? Puestos a pedir, y aunque es mucho resumir, El jardín de las delicias.
¿Con qué tres adjetivos definiría su obra? No puedo imaginar ningún adjetivo que desee asociar a mis obras y que no sea en algún sentido autoelogioso, así que me da vergüenza proponerlos. Puedo decir en cambio algunos de los que definen la obra de artistas que admiro: misteriosa, conmovedora, impactante.
¿Qué es lo más bonito que le han dicho sobre su trabajo? Que les ha emocionado. El arte es también una experiencia intelectual, ambas van unidas, pero cada vez valoro más la capacidad de agitar el cuerpo, el ánimo.
¿Y lo más extravagante? Hay cierta obsesión con ver las obras de arte como autobiográficas, en mi caso sin duda no lo son. Especialmente cuando empezaba, siendo las obras dramáticas, como por ejemplo representaciones de la locura, me preguntaban si me pasaba o me había pasado algo. O me decían que me imaginaban, antes de verme, como alguien sombrío, trágico. Me resultaba asombroso.
¿Qué ha aprendido del mundo del arte que no se pueda aprender en un libro? Un cuadro y un libro, incluso si son de la misma época y hablan del mismo tema, envían señales diferentes y provocan placeres, emociones y conocimientos distintos. La forma no se puede separar del contenido, es contenido. A mí el arte, o gran parte de él, me produce una experiencia estética más corporal que los libros.
¿Qué libro tiene abierto en la mesilla de noche? La mujer es una isla, de Auður Ava Ólafsdóttir.
¿El último que le ha entusiasmado? Con esto me pasa como con El jardín de las delicias, resulta doloroso descartar. Los Mandible, de Lionel Shriver.
¿Y uno que no pudo terminar? Cuando me parecen demasiado malos, y mira que puedo con casi todos, no los guardo ni los recuerdo.
¿Cuál es la película que más veces ha visto? No suelo ver las películas ni dos veces, solo de pequeña, cuando teníamos dos cadenas y ya. Probablemente Lo que el viento se llevó.
¿La última serie que vio del tirón? No las veo del tirón, pero entre las últimas que he visto Godless me ha parecido muy absorbente.
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Wish You Were Here, de Pink Floyd.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? La velocidad. Vivimos a un ritmo tan vertiginoso que colapsa, y con tantos flujos de información instantánea que en vez de provocar reflexión producen banalidad.
¿Qué trabajo no aceptaría jamás? Ninguno relacionado con la gestión política, es un territorio fangoso. Me intranquilizaría demasiado embarrarme y lo cierto es que debe ser muy difícil no hacerlo.
¿Cuál es el suceso histórico que más admira? Los relacionados con el movimiento feminista, así que, por ejemplo, el sufragismo.
De no haber sido artista sería… Bióloga.
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