‘La forma de les coses’: arte, mentiras y cintas de vídeo

Que el amor es ciego es cosa sabida por todos, y que el arte contemporáneo está lleno de farsantes, también. La sutil frontera entre la obra maestra y la tomadura de pelo depende, a menudo, de un comisario inspirado. Neil LaBute estrenó The shape of things en 2001, en el Almeida Theatre de Londres, espectáculo que un par de años más tarde se convertiría en película, estrenada en España con el desafortunado título Por amor al arte. Han pasado veintidós años, y se nota: la inocencia del texto y su tono de cuento no han envejecido demasiado bien. Vivimos en un presente donde el culto al cuerpo es la religión predominante entre las sociedades occidentales, y que un hombre vaya al gimnasio no es visto, en absoluto, como una rareza.

Marc Rosich ha traducido y dirige con brío esta comedia urbana de parejas, que esconde mucho más de lo que aparenta: el amor como resignación o desafío, las ganas de modelar al otro a nuestro antojo o el poder revolucionario del arte. Laura Porta es Evelyn, una prototípica aspirante a artista (la bohemia oficial del campus) que todavía cree que el arte puede cambiar el mundo. Francesc Marginet interpreta a Adam, un apocado y adorable vigilante de museo, que verá como del vandalismo artístico al terrorismo emocional hay solo un paso. Rafaela Rivas y Jordi Andújar encarnan la pareja de amigos, epítome de la normalidad y el conformismo: a ratos parecen sacados, por la precisión de su retrato, de un vídeo de Pantomima Full.

Las risas desacompasadas entre el público o los silencios incómodos demuestran cómo cada tema toca de cerca a determinado espectador

Del mito de Pigmalión a la obra homónima de Bernard Shaw, pasando evidentemente por My fair lady o Pretty woman, The shape of things trata sobre la capacidad real que tenemos de cambiar a una persona. La versión que podemos ver en la Sala Versus Glòries no deja de ser un “montaje de taburetes y cubos” (los intérpretes cambian la escenografía entre escenas) muy bien resuelto: las risas desacompasadas entre el público o los silencios incómodos demuestran cómo cada tema toca de cerca a determinado espectador. Paula Font ha diseñado un espacio blanco y versátil que puede acoger todas las localizaciones, y la iluminación de Daniel Gener acerca el museo a un quirófano. Evelyn —una especie de Marina Abramović desfasada— pretende convertir su vida en arte y, especialmente, modelar a Adam como si fuera un muñeco de barro. Nos encontramos en una época de casetes, cedés y cintas de vídeo, y el machacón tema ‘Wonderwall’ de Oasis sirve de banda sonora, en distintas versiones y estilos. Los cuatro intérpretes cumplen estupendamente con su cometido, bajo una dirección un tanto cubanera de Rosich. Entre la vulgar normalidad y la excentricidad psicopática, el público deberá decidir de qué lado está. En este mundo obsesionado por la superficie, La forma de les coses funciona como una inocente parábola que nos recuerda que, en un pasado reciente, estas cosas todavía nos sorprendían o escandalizaban. Hoy no salimos del teatro hasta que no hemos publicado nuestro story en Instagram.

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