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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La sombra de Chéjov es demasiado alargada

Algo falla en el montaje de 'Si mireu el vent d´on ve', la versión catalana de Marc Rosich de la pieza teatral de Nell Leyshon que se estrella en el intento

Algo falla en el montaje de Si mireu el vent d´on ve, la versión catalana de Marc Rosich de Comfort me with apples, segunda pieza teatral de la dramaturga británica Nell Leyshon que Fernando Bernués dirige en el Lliure de Montjuïc con un reparto encabezado por Emma Vilarasau y Eduard Farelo. Los actores no son el problema. Si la emoción y la poesía no acaban de levantar el vuelo es por un tono grandilocuente y pesante que quiere evocar el aliento dramático de El jardín de los cerezos - Chéjov es mucho Chéjov- y se estrella en el intento.

Todo huele a drama y a manzanas, omnipresentes en la imponente escenografía de Max Glaenzel, un decadente paisaje rural que envuelve y ahoga los sueños de una familia marcada por la crisis económica, la muerte del padre y la devastadora capacidad de manipulación de la madre, Irene. El descenso al infierno arranca con la muerte de Harry, marido de Irene (Emma Vilarasau) y padre de Roy (Lluís Marquès) y de Brenda (Laura López), cuya pérdida desata los fantasmas del pasado que han destruido la familia en forma de reproches, mentiras y secretos que se van desvelando lentamente.

Si mireu el vent d'on ve

Si mireu el vent d´on ve, de Nell Leyshon. Traducción: Marc Rosich. Emma Vilarasau, Eduard Farelo, Lluís Marquès, Laura López y Claudia Cos. Dirección: Fernando Bernués. Teatre Lliure, Montjuic. Barcelona, 3 de marzo.

Los árboles desnudos, las hojas caídas, las manzanas abandonadas en el suelo, la mesa de madera y la cocina con el fuego encendido crean la atmósfera ideal para ambientar un drama que evoca a El jardín de los cerezos en un relato de ritmo lento y algo cansino. La cosa promete pero el poco convincente desenlace deja al descubierto los flecos de un texto notable, con escenas de buen teatro y aciertos en la definición de los personajes, pero, cuando, tras dos horas en vilo, descubres el motivo de tanta desgracia familia, el tono de tragedia se antoja excesivo.

Vilarasau ofrece un intenso retrato de Irene; curiosamente, cuando muestra la rabia, la dureza y la amargura que corroe a esta madre solitaria y amargada, adopta un registro que recuerda a Rosa Maria Sardà en la voz y la gestualidad. Mucho mejor cuando se resquebraja la coraza de hierro y asoma la fragilidad de esta mujer encerrada en un mundo que ya no existe. Por eso lo mejor son sus escenas con Len, su hermano discapacitado, encarnado por Eduard Farelo con bien calibrado humor y ternura.

Del resto de actores, se agradece el esfuerzo de contención de Claudia Cos en el papel de Linda, antigua novia de Roy en una relación rota por la rabiosa y manipuladora madre. Lluís Marquès y Laura López, sin embargo, dan vida a la pareja de hermanos con propensión al grito en los picos de discusión más tensos.

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