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En las redes de Juan Benet

En ‘La inspiración y el estilo’, el autor madrileño reflexionó sobre lo que significa escribir y en ‘Londres victoriano’ mostró su gran versatilidad. Ahora ambos libros se reeditan en la colección que reúne su obra

El escritor Juan Benet, fotografiado en París en abril de 1988.
El escritor Juan Benet, fotografiado en París en abril de 1988.Ulf Andersen (HULTON ARCHIVE / G
José Andrés Rojo

Debió ser a finales de 1964, cuenta Carmen Martín Gaite, cuando en la convergencia entre las calles Goya con Doctor Esquerdo se encontraron durante un paseo ella y Rafael Sánchez Ferlosio con Juan Benet. Habían coincidido unos años antes, a principios de los cincuenta, en el restaurante Gambrinus, en el que un día Benet se presentó con Luis Martín Santos a la tertulia que celebraba allí un grupo de amigos. Luego le perdieron la pista. Benet los saludó, les dijo que se había casado y que tenía cuatro hijos. Lo invitaron a tomar un café, eran las cinco de la tarde. A las doce de la noche seguían hablando. Eran tiempos malos, los de la dictadura, pero seguro que hay quien daría hoy toda su fortuna por asomarse a escuchar lo que se contaron entonces y todo lo que se dirían durante el resto de conversaciones que tuvieron a partir de entonces y que fueron cada vez más frecuentes.

Benet había publicado hasta ese momento una obra de teatro, Max, y con muchas dificultades un libro de relatos, Nunca llegarás a nada. Eran diferentes a cuanto se escribía entonces, lo que se llamaba realismo social y que más adelante él mismo definió como “una literatura protestona, acre, muy poco imaginativa y muy poco estilística”. Benet llevaba fuera de Madrid varios años, sus obligaciones como ingeniero de Caminos lo condujeron a León y Oviedo. La inspiración y el estilo salió poco después, en 1966, y nació en el puerto de Pajares hacia 1963. “En cierto sentido, éste es un libro de montaña, no sé si alta o baja, pero desde luego solitaria”, confiesa en el prólogo.

Los prolijos conocimientos sobre Londres no ahogan la narración y despliega un abundante anecdotario que consigue que la ciudad vibre y la sonrisa acuda, una y otra vez, a los lectores que devoran sus páginas

Si se tuviera que definir lo que es Londres victoriano acaso podría decirse que es un texto sacudido por los espasmos de una metrópoli del siglo XIX. Ambos títulos se reeditan ahora, tanto en versión digital como en papel, en la colección en la que Debols!llo está reuniendo la obra de Benet. En La inspiración y el estilo quiso explicarse por qué le resultaban tan estomagantes las tragedias de Racine, y se trata un trabajo en el que explora lo que significa escribir, analiza las maneras de distintos autores, se pronuncia a propósito de diferentes tradiciones literarias, busca su hueco, afirma los registros de su propia voz. Londres victoriano es, en cambio, un encargo para una colección, Ciudades en la historia, en la que Juan Goytisolo escribió sobre el Estambul otomano, por ejemplo, o Cristina y Eduardo Mendoza sobre la Barcelona modernista. Llegó a las librerías en 1989 cuando Benet tenía ya una importante trayectoria a sus espaldas y muestra la maestría con que maneja sus recursos para conseguir que los prolijos conocimientos que tiene sobre la historia de Londres no ahoguen la narración y fluyan con ligereza mientras toca las materias más variadas y despliega un abundante anecdotario que consigue que la ciudad vibre y la sonrisa acuda, una y otra vez, a los lectores que devoran sus páginas. En la advertencia preliminar confesaba que se conformaría “con que fuera ameno”, una virtud que “rara vez” lograba conseguir.

“En este libro traté de indagar la razón por la cual desapareció del castellano el Grand Style para dar paso al costumbrismo”, afirma Benet en el prólogo de La inspiración y el estilo. Quizá convenga recordar para hacerse cargo de la ambición de este ensayo que lo escribe cuando tiene treinta años y pico y apenas ha publicado un par de cosas. Más que las reflexiones de un joven que debería estar en ese momento dando todavía patinazos alrededor de su literatura, lo que hay en sus páginas tiene algo del balance que podría acometer un experimentado autor que ya ha pasado por todo y que vuelve sobre su experiencia y sus saberes para sacarles punta. A ese Racine estomagante al que quiere Benet darle un coscorrón ha llegado a través de Proust, pero enseguida se comprende que está familiarizado con las literaturas más variadas y que, por ejemplo, trata a Poe, Nietzsche o a Montesquieu con el desparpajo con el que uno se relaciona con unos amigotes. “Yo había tenido en mis bolsillos todos los Stendhal, Flaubert, Cervantes, Dickens y Tólstoi que se requieren para lograr una educación literaria decente”, explicó en 1977 en un breve biographia literaria. “Pero si un día de 1947 mis ojos no hubiesen tropezado con una página de Faulkner sería ahora un ingeniero español de mediana edad, con acaso más lecturas en mi haber de las convenientes y con cierta curiosidad por los relatos de fantasmas, las novelas sobre el mar y la historia romana y bizantina”.

“La inspiración solo le es dada al escritor que ya tiene un estilo”, escribe el autor de ‘Volverás a Región’

Mediados de los sesenta en plena dictadura franquista, con los escritores españoles intoxicados con el realismo social, y de pronto aparece Benet para apuntar a otra parte. La inspiración y el estilo tiene el arrojo y la altivez de quien reniega a plegarse a las urgencias de su tiempo y se embarca en una obra estrictamente personal, fuera de la corriente. “La inspiración solo le es dada al escritor que ya tiene un estilo”, escribe allí. Y dice también que “el estilo proporciona el estado de gracia” y que en él hay que buscar esa “región del espíritu” que, “tras haber desahuciado a los dioses que la habitaban”, proporciona una vía de conocimiento para medirse con esas cuestiones que antes “el escritor elevaba a la divinidad”.

Londres victoriano está en otro registro. Benet gobierna ahí los materiales más diversos para dar cuenta de las profundas transformaciones que se producen en la capital de un imperio en un siglo en que no solo cambia Europa sino el mundo entero y en el que el Progreso se convierte en la religión de la época. Lo mismo trata de Dickens, de los prerrafaelistas o de Wilde que de las leyes que amplían el voto o de las ordenanzas que cambian la fisonomía de la ciudad. Es el siglo del ferrocarril, del vapor del agua y de la mecanización de los telares, de Marx y el proletariado, de la abolición de la esclavitud en las colonias y también de la expansión de Occidente a otros continentes con su carga de violencia y de saqueo de sus recursos. Tiempo de utopías y de aventureros, ventajistas, buscavidas, delincuentes y mendigos que sobreviven como pueden. Y todo ello bajo la impronta de la reina Victoria. “Su carácter severo, avaro y puritano, su gazmoñería y escasa jovialidad, su afán por la probidad, (…) contagiaron a la corte y a las clases altas que a su vez las impusieron a toda la sociedad”.

Portada de ‘Londres victoriano’, de Juan Benet.

Londres victoriano

Juan Benet
Debols!llo, 2023
240 páginas. 16,10 euros.
Portada de ‘La inspiración y el estilo’, de Juan Benet.

La inspiración y el estilo

Juan Benet
Debols!llo, 2023
208 páginas. 14,21 euros.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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