‘Uppgivenhet’, próxima estación: Esperanza
El montaje de Daniel J. Meyer y Montse Rodríguez Clusella aborda la cuestión de los refugiados y el asilo político a través de la historia del proceso de integración de dos hermanos recibidos por un centro de acogida en Suecia
La creación y rejuvenecimiento de públicos es uno de los temas que más preocupa a nuestros teatros. Los espectáculos pensados para el público juvenil tienen la ardua tarea de seducir a unos espectadores muy exigentes y que no comulgan con ruedas de molino. Asistí a una función escolar de Uppgivenhet, un miércoles a las doce del mediodía, en una platea compuesta íntegramente por alumnos de bachillerato. A juzgar por su silencio (absoluto) y la ausencia total de móviles durante toda la función (cosa que no sucede en plateas de adultos), puedo afirmar que el espectáculo funciona. Fue muy bonito, y en cierto modo una especie de montaje paralelo, ver como los jóvenes reaccionaban y se emocionaban con cada escena.
Uppgivenhet supone el feliz reencuentro de un autor y una directora. Hace unos años, Daniel J. Meyer escribió AKA (Also known as), montaje que dirigió Montse Rodríguez Clusella y que se convirtió en un pequeño gran éxito, saltando de la Sala Flyhard al Teatre Lliure y a La Villarroel, girando por todo el territorio y ganando numerosos premios. El autor y la directora han repetido en Scratch, que se estrenó el pasado festival Grec y que regresará a finales de febrero en La Villarroel, y ahora tienen en cartel Uppgivenhet, en la Sala Tallers del TNC. Un montaje que ya tiene todas las entradas agotadas: en funciones “normales” durante el fin de semana y escolares en los días laborables. El público adolescente, como el infantil, no tiene reparos en expresar su aburrimiento cuando un espectáculo no le interesa. Y este no es el caso de esta función. Uppgivenhet cuenta una historia de refugiados y asilo político, protagonizada por dos hermanos que llegan a Suecia con la esperanza de una vida mejor. Allí les recibe Inge, trabajadora social en un centro de acogida, asistida por Tarik, un joven que llegó al país unos años atrás. El proceso de integración de los hermanos mediante el aprendizaje de la lengua y las costumbres suecas irá en paralelo con una historia de esperanza, deseo y amor. Funciona muy bien el hecho de convertir la platea en el auditorio del centro de acogida: la variedad de procedencias de un instituto público se acerca mucho más a ese grupo humano que una platea de una función “normal” de fin de semana. Nuestros teatros todavía tienen mucho trabajo por hacer.
El montaje, con las entradas agotadas, tiene funciones “normales” los fines de semana y para escolares los laborables
El mérito del tándem formado por J. Meyer y Rodríguez Clusella es presentar una historia social con escarceos sentimentales para seducir al público joven, y al mismo tiempo ofrecer un montaje ágil y que no da tregua en ningún momento. El debutante Biel Castaño interpreta a un Petar lleno de ilusión, casi un ser de luz que llega a la fría Suecia con una maleta (metafórica) llena de sueños, acompañado por su hermano mayor Ivan (Pau Escobar), que hace las funciones de tutor y casi figura paterna. Es bonito ver cómo se quieren estos dos hermanos: raramente vemos muestras de cariño entre hombres (en la vida real y en los escenarios), y estos se quieren mucho. La directora hace que Petar no pare quieto ni un momento, abrazando y lanzándose a los brazos de su hermano, coreografía de gestos y acrobacias que acabarán adoptando todos los personajes. Diana Gómez sabe pasar con mucha soltura de una Inge dibujada con gran esquematismo —casi un autómata que se mueve en ángulos rectos y baila como un robot— a una mujer que siente pasión por su trabajo y dudas sobre sus privilegios. Quim Ávila es el actor ideal para interpretar a Tarik: posee el encanto natural de un personaje que representa la manera de vivir “del sur” (confrontada con la Suecia cerebral y aséptica) y sabe jugar con mucha ironía su papel de “juguete sexual” de Inge. La teoría sueca del amor es desmontada con bailes y caricias, música y abrazos. Es un tópico, pero funciona.
Uppgivenhet pasa de puntillas por un drama real, el del síndrome de la resignación, que en los escenarios catalanes hemos visto recientemente tratar con mucho más ahínco. Clàudia Cedó estrenó la temporada pasada Síndrome de gel (Síndrome de hielo), un texto que nos contaba por qué algunos jóvenes refugiados que llegan a Suecia entran en una especie de coma inducido, dejando de hablar y comer durante meses. Aquí este drama aparece de repente y al final de todo, dando a la historia un aire de culebrón que no estoy seguro si los jóvenes espectadores llegan a captar en su totalidad. No obstante, el mensaje de Uppgivenhet queda muy claro: también hay clases dentro de los migrantes y la esperanza todavía no es un derecho universal.
Uppgivenhet. Texto: Daniel J. Meyer. Dirección: Montse Rodríguez Clusella. TNC. Barcelona. Hasta el 29 de enero.
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