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‘Un animal en mi almohada’, o los hombres a los que se les va la mano

Vanessa Espín ofrece una visión trágica del maltrato a la mujer y de la violencia en el hogar en un poema dramático en el que utiliza códigos propios de las tragedias griegas

'Un animal en mi almohada' Vanessa Espín
Escena de 'Un animal en mi almohada', de La Promesa Producciones.Ay teatro
Javier Vallejo

“Quien bien te quiere te hará llorar”, dice un refrán arrojado sobre sus víctimas por quienes abusan de ellas en el seno familiar. En Un animal en mi almohada, vigoroso poema dramático estrenado en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, Vanessa Espín ofrece una visión trágica de la violencia estructural en el hogar utilizando códigos propios de la tragedia griega. En el curso de la obra, la elección que conduce a la protagonista (Eva) a un callejón sin salida converge fatalmente con la rigidez de un sistema judicial en el que la aplicación de la ley a veces está en desacuerdo con el simple dictado del sentido común.

Eva, cuyo simbolismo se refiere a la mujer primera, a la madre ancestral, es el catalizador de una serie de figuras que sirven de vehículo a un texto con el aliento y la cadencia de la prosa poética lorquiana. Espín dibuja una Eva con profundidad emotiva, pero es Rebeca Hernando, su intérprete, quien le imprime al personaje singularidad, colorido y una presencia dulce y acibarada a la vez.

Encarnada por Hernando, esa madre joven, desposeída y humillada por su esposo (el hogar del hombre es su castillo es una frase de doble filo) palpita como un jilguero en un puño cuando la jueza le anuncia que Gregorio, su marido psicópata, tendrá la custodia de los niños.

La obra no entra en los detalles de la decisión judicial: su autora prefiere indagar en el enigma del comportamiento del maltratador y dibujar el panorama anímico que afronta la protagonista, formidablemente interpretada. Eva cierra la función diciendo de su marido algo parecido a lo que una voz le susurra a Macbeth después de que este haya asesinado al rey Duncan en la tragedia de Shakespeare. En la evocación del mar como horizonte de esperanza resuena el valor simbólico que la naturaleza tiene en los dramas de Alejandro Casona, pero es la prosa de las tragedias de Lorca el referente cíclico de las réplicas y soliloquios de los personajes de Espín. Sus cinco intérpretes tienen peso y presencia. Elena González es la expresión viva de las contradicciones de la juez. Concha Delgado muestra con discreción exquisita la servidumbre emocional de la madre incapaz de reconocer la malevolencia de su hijo. Paula Iwasaki es una amiga abnegada embrujadora, que canta como los ángeles. Laura Galán le imprime diversidad y carácter a un espectáculo que acaba calando.

Un animal en mi almohada. Texto y dirección: Vanessa Espín. Madrid. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 18 de diciembre.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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