¿Hay fórmulas para crear una buena coreografía?
La CND se muestra cómoda, eficiente y presentable en el medio formato del programa triple ‘Where you are, I feel / Love Fear Loss / Passengers Within’, discreto bien es verdad, muy modesto y de ambiciones controladas
Si la coreografía como sistema operativo tiene su propio abecé, digamos que el brasileño Ricardo Amarante empieza a dominar el suyo con las tres letras, que el italiano Valentino Zucchetti usa un A y casi se acerca a un B con discreta y parcial eficacia, y que Joaquín de Luz, roza su A, como todo principiante en el terreno de la creación coréutico; este artista, actual director de la CND, centró su carrera en su baile, y es solamente al volver a Madrid que comienza a redactar. Como glosa León Felipe a Alonso Quijano: “Este es el orden, Sancho”.
Y debe decirse que la CND está más cómoda, eficiente y presentable en este medio formato, discreto bien es verdad, muy modesto y de ambiciones controladas por mor de la necesidad. La tipología de los bailarines establece los rigores de las tipologías coreográficas; no es una ley, pero casi siempre se gestiona así por recurrente utilidad: un estado de cosas informa al otro. Los bailarines se muestran entonados, esforzándose por entrar en los estilos de cada pieza y por una vez, la casi pintoresca heterogeneidad de la plantilla cumple con un papel positivo, acuarela las interpretaciones dando un aire de frescura al conjunto y un buen ritmo al espectáculo. Da la sensación, muy palpable, de que en ansiado repertorio canónico se aleja como un temido fantasma.
Todos los coreógrafos tienen que ser agradecidos con sus mayores aunque, como tantas veces pasa, los aborrezcan; en el nuevo programa de la CND es muy evidente esto de las influencias profesionales, los recursos contrastados que viene de atrás: la creación de Zucchetti bebe del “Concerto2 Chaicovski” de Balanchine (en su segunda versión, que es la que se baila hoy en todas partes); Amarante, con gentileza, cita al Robbins de “In the Night” y a Vicente Nebrada (es la mejor pieza de la noche, un éxito que debe compartirse con el pianista cubano Marcos Madrigal, que lleva su instrumento a una riqueza orquestal) y Joaquín de Luz vuelve la mirada plástica a “Glass Pieces”, también de Robbins, con la atmósfera en caja blanca, deambulaciones que recuerdan el tráfago contemporáneo, siluetas a contraluz. Es normal y es bueno, esa es la verdadera biología de lo coréutico.
El programa triple (un clásico: “Triple-bill show”) está presente en el ballet de antes de lo que comúnmente se cree; es un inveterado recurso de programación que permite acudir desde el fragmento de obras mayores, a creaciones que no superen el minutaje como para cubrir en solitario una velada. Balanchine (cuya media temporal por obra coreográfica está entre los 25 y 30 minutos, aunque en su catálogo hay excepciones) perfeccionó el equilibrio interno de estos espectáculos mixtos, cristalizó un modelo partiendo de los usos musicales y de los estilos de danza.
El círculo de críticos británicos concedió este año a Zucchetti el National Dance Award [NDA] por una coreografía hecha para Royal Ballet en 2021 (allí en las islas los críticos, además de ser capaces de sentarse en torno a una mesa sin filtros a dialogar, tienen en el logotipo de su asociación una frase: ‘Audacter et sincere’). Zucchetti competía en los NDA principalmente con Arielle Smith y Wayne McGregor. Y el solista de Brescia que no era favorito, ganó; ya la Academia del Teatro alla Scala de Milán también le encargó un ballet. La comisión de CND reafirma su descollante carrera internacional con la que, sin embargo, tengo dudas: falta riesgo y densidad en la exposición y sobra contemplación umbilical. El tipo de ballet que quiere hacer Zucchetti es de empaque neosinfónico, pero esa tendencia necesita de la propia complejidad de la materia sonora que lo sustenta.
Glass usa muchas veces el crescendo orquestal como una voz de auxilio, impele a una sensación de urgencia rítmica que, obviamente, se traslada al material coreográfico, lo esmalta y acentúa. La obra de De Luz es ambiciosa, tiene posibilidades y necesita redondeo y coherencia, en resumen, ajuste; hay un cierto abuso del canon y un problema estético: al estar la banda sonora compuesta de grabaciones de dos piezas muy diferentes con sonidos muy ajenos (y ejecutados por formaciones orquestales diría que divergentes), rechinan y resienten la unidad de lo que se oye y del producto en general.
El verdadero héroe de la función fue el primer bailarín Yanier Gómez que, por circunstancias, tuvo que asumir los agotadores e intensos roles protagónicos de la primera y la última coreografía. Yanier es un bailarín magnífico en lo técnico, pero además en lo sensorial transmite poesía y lo borda; todo lo que baila, gana respiración, vuelo y sentido; su físico ha madurado espléndidamente y regala una ejecutoria impecable. Fue justificadamente el más aplaudido y en la pieza de Zucchetti estuvo delicadamente acompañado por la bailarina Martina Giufrida. Giada Rossi también mostró un baile lírico y de elevado gusto en la segunda sección de Amarante.
¿Y hay fórmulas para crear una buena coreografía? Como tales, no; hay quien cree que sí y hasta hay cursos para que piquen los incautos, tal como los hay para domar elefantes o dominar la cocina japonesa. Eso sí: hay sistemática, reglas de tratamiento y quizás, lo más importante, el sentido autocrítico (la tijera de oro, que mencionaba Balanchine agudamente, ser implacable consigo mismo a la hora del corte y la síntesis). ¿Y ha encaminado la CND sus pasos en una lógica de abstracción contemporánea? Visto lo ofrecido, parece ser.
‘Where you are, I feel’:Valentino Zucchetti / Edvard Grieg; ‘Love Fear Loss’: Ricardo Amarante / E. Piaf, J. Brel y Ch. Dumont (piano: Marcos Madrigal); ‘Passengers Within’: Joaquín de Luz / Philip Glass. Compañía Nacional de Danza. Sala roja. Teatros del Canal. Hasta el 8 de diciembre.
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