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‘Sobre el juicio de la historia’, el Estado liberal y las causas internacionales como legitimación del poder

Joan Wallach Scott defiende que los procesos de los crímenes contra la humanidad concluyen en una sentencia moral que no resarce a las víctimas y suponen un blindaje para los Gobiernos

Jordi Amat
Palacio de Justicia de Nuremberg, durante los procedimientos contra figuras destacadas nazis por crímenes de guerra en el Tribunal Militar Internacional (IMT), en 1945.
Palacio de Justicia de Nuremberg, durante los procedimientos contra figuras destacadas nazis por crímenes de guerra en el Tribunal Militar Internacional (IMT), en 1945.Galerie Bilderwelt (Getty Images)

Ella entró en el infierno y volvió para contárnoslo. Hace mes y medio comentaba aquí el libro en el que la periodista Talia Lavin describía su entrada en la cueva digital del supremacismo blanco. Lo que activó definitivamente la necesidad de conocerlo fueron los sucesos de agosto de 2017 en Charlottesville. Aquel día, el espejo donde la sociedad norteamericana se contempla a sí misma y se proyecta a Occidente devolvió una de las imágenes más inquietantes de las últimas décadas. En principio la manifestación era una protesta contra la decisión oficial de retirar la estatua del general Robert E. Lee, pero mutó en un desfile amenazador de racistas y ultranacionalistas blancos con banderas nazis y confederadas. Un coche embistió a un grupo de contramanifestantes, mató a uno de ellos, hirió a casi dos docenas y se vivieron unas horas de caos. ¿Por qué emergía de nuevo ese odio si esas ideologías habían sido condenadas por la historia en nombre de la democracia? Esa pregunta, tras los sucesos de Charlottesville, se la formuló también la historiadora Joan Wallach Scott y trató de responderla en las conferencias Ruth Benedict en la Universidad de Columbia. ¡Cuánta sabiduría concentrada en estas lecciones!

“Como historiadora, sé que no hay cierre posible para la historia, que no existe un relato único”. A finales de los sesenta, Scott se doctoró con una tesis sobre la historia del trabajo: su objeto de estudio fueron los cambios sociales y políticos que implicó la mecanización de la industria del cristal en una población francesa. Pero giró su investigación y en 1988 Género e historia la convirtió en pionera y referente de los estudios sobre la mujer y la desigualdad entre los sexos. La perspectiva sobre cómo impacta la historia de los otros, los distintos, en el relato establecido es una apuesta por intervenir políticamente en el presente porque desvela la lógica de poder oculta sobre la que se funda el orden establecido. La capacidad para dictar el juicio de la historia, como si se tratase de un sentido común del Estado liberal, se descubre así como el mecanismo del poder para legitimarse, pero precisamente el relato alternativo de los distintos evidencia los silencios y los vacíos que ese relato no logra ocultar o silenciar. Porque no hay fin. La historia no sentencia porque no acaba el odio ni la guerra. Charlottesville ayer. ¿No había sido ajusticiado el nacionalismo imperialista? Bombas hoy en Ucrania.

La tesis nuclear del libro es que el juicio liberal sobre el pasado se ha dictado en función de la razón del Estado nación que aparece con la Ilustración, como si su verdad tuviese el don de la infalibilidad. Pero hay grietas en ese relato. Scott las muestra analizando el desarrollo de tres juicios donde se confundían sin querer historia, justicia, reparación o reconciliación. Son los Juicios de Núremberg, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación sudafricana y los movimientos para que la población negra de Estados Unidos sea reparada por los siglos de esclavitud. La historiadora argumenta que, en los tres casos, los Estados nación progresistas han dictado sentencia moral, pero apenas ha tenido consecuencias políticas o económicas porque al atribuir las culpas a individuos concretos no se ha realizado una evaluación estricta sobre la responsabilidad del Estado. Al contrario. El Estado se ha blindado a través de ese juicio que preserva la desigualdad racial. Ante esa dinámica, el compromiso del historiador debería ser otro relato: “Un análisis de las raíces estructurales del mal y la importancia de las luchas por el poder y el papel de los protagonistas de estos conflictos”. Scott ha entrado en esa trama invisible y ha vuelto para mostrárnosla.

Portada de 'Sobre el juicio de la historia', de Joan Wallach Scott.

Sobre el juicio de la historia 

Autor: Joan Wallach Scott.


Traducción: Irene Riaño de Hoz.


Editorial: Alianza Editorial, 2022.


Formato: tapa blanda (189 páginas, 10,95 euros) y e-book (6,99 euros).

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.

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