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‘El mal de la montaña’: Vivir para contarlo en Instagram

La obra teatral del argentino Santiago Loza distrae como un paseo por las redes sociales

El mal de la montaña
Una escena de 'El mal de la montaña', obra teatral de Santiago Loza.Manuel Fiestas Moreno
Raquel Vidales

El espacio en el que se desarrolla El mal de la montaña, obra del argentino Santiago Loza estrenada el jueves en el Teatro Español de Madrid, se presenta deliberadamente ambiguo. Dos muros con desconchones y llenos de humedades, suelo de gres trasnochado, ventanas sin cristales, un vano sin puerta, follajes de plantas artificiales de fondo y dos sofás hinchables. Intuimos que es una especie de no lugar metafórico. La primera escena confirma esa primera impresión: asistimos al ruidoso inflado automático de los sofás sin que nadie los active. Después, tres amigos treintañeros berrean canciones de desamor en un karaoke imaginario y luego uno de ellos le cuenta a otro cómo ha roto con su novia: un paseo de noche, lluvia fina, bonitas palabras de despedida… Habría sido idílico si un mendigo no se hubiera puesto a orinar delante de ellos. Y eso es lo que realmente le duele: el mendigo no encaja en el relato.

A partir de ahí, todo lo que viene después son narraciones de cosas que les pasan, piensan o sienten los tres amigos, a los que a mitad de función se les suma una mujer también treintañera que parece ser la exnovia de la primera historia, aunque podría ser la exnovia de cualquiera. Hablan continuamente, pero no hay diálogo. Es una sucesión de monólogos porque lo único que les interesa es contarse a sí mismos: el relato es lo que da sentido a sus vidas. Aunque en ningún momento lo menciona el texto ni lo sugiere la puesta en escena, nos damos cuenta de que ese no lugar en el que los protagonistas se encuentran para no conversar es una acertada metáfora de las redes sociales. Y como ocurre con las redes sociales, el montaje tiene gracia a ratos y distrae con su retahíla de anécdotas, ocurrencias, comentarios, imágenes y canciones, pero no nos lleva a ninguna parte. Hay parlamentos que se hacen largos, otros demasiado cortos y algunos resultan extemporáneos. Los personajes no están definidos (se entiende que deliberadamente porque así se muestran las personas en el mundo virtual) y el tema del desamor que recorre de fondo la obra queda diluido.

La puesta en escena dirigida por Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro, que también forman parte del reparto junto con Luis Sorolla y Ángela Boix, saca el mejor jugo al texto. El espectáculo consigue enganchar en las situaciones cómicas sobre todo porque los actores se manejan con soltura en ese registro y llevan al paroxismo la obsesión de sus personajes por ser escuchados. Y también su nulo interés por escuchar a los demás. Los cuatro exploran con expresividad la crisis existencial de los protagonistas y muestran con eficacia cómo algunos de sus sueños se van desinflando con la llegada a la madurez. Igual que lo hacen al final de la función los sofás hinchables del escenario.

‘El mal de la montaña’, obra teatral del argentino Santiago Loza, distrae como un paseo por las redes sociales

Texto: Santiago Loza. Dirección: Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro. Reparto: Ángela Boix, Francesco Carril, Fernando Delgado-Hierro y Luis Sorolla. Teatro Español. Madrid. Hasta el 3 de abril.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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