Julien Gracq, el pulidor de oro
Digan lo que digan, no creo que el escritor francés pueda confundirse con el pelotón de los llamados ‘antimodernos’. Él creó una obra inmune y solitaria, eterna, ajena a los premios y a la televisión
/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/4TUVT74IF5BF7NOFSMOVM24ARE.jpg)
De momento, no hablaré mucho de un librito, o mejor, opúsculo suyo, que puso patas arriba, en 1949, al ambiente literario francés y de rebote a medio mundo. Se titulaba La littérature à l’estomac. Sí, causó muchos ataques de gastroenteritis y pataleos silenciosos entre los entendidos, y también animó las tertulias en casa después de cenar y con copas. Eso ocurría muchos años después, cuando llegó por fin la excitante y primorosa traducción de María Teresa Gallego Urrutia en castellano, publi...
Inicia sesión para seguir leyendo
Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis
Gracias por leer EL PAÍS
Más información
Crítica:LIBROS | Narrativa
Julien Gracq y la percepción de futuro