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ARTE

Esa baldosa que baila

La nueva edición de ‘Generación 2021′ deja patente la vigencia de lo escultórico y la autobiografía como género político

Parte de la instalación '1989-2019' (2020), del artista Simón Sepúlveda.
Parte de la instalación '1989-2019' (2020), del artista Simón Sepúlveda.

Hay un pato con cascos que da la bienvenida en La Casa Encendida. Está enchufado a un walkman y a un casete del Tanguillo del golpe, de Juan Palacios. Al lado, le mira un niño desde una carretilla y un tapiz donde la gente fuma. Hay también una pancarta que recuerda que el agua se acaba y un diorama de móviles que funcionan como una partitura. Son de Simón Sepúlveda (Chile, 1989), artista cuya resolución estética siempre va de la mano del humor. Lo mismo que María Alcaide (Huelva, 1992). En su videoinstalación, varios jóvenes alardean de pulseras mientras alguien relata tipos de carne: lomo, solomillo, pluma… Pronto el heteropatriarcado se antoja como una carne picada y pasada. Tiene mucho que ver con las formas de Helena Vinent (Barcelona, 1988) en la sala contigua, y esa idea de todo lo que supura en la escucha, incluso las prótesis auditivas. Un sonido que retumba en la película de Claudia Claremi (Madrid, 1986): la Cabalgata de Reyes Magos de Alcoy, de fuerte estética orientalista y blackface.

En la segunda sala también hay máscaras. Algunas tienen forma de calavera y otras de botijo, y todas conectan con esculturas rituales como la yunza, el árbol que se decora en carnavales y que simboliza la abundancia en la cultura andina, la de Javier Bravo de Rueda (Perú, 1989). Al lado, hay una habitación con unas Adidas del 36 y un armario lleno de pegatinas del Atlético de Bilbao y la Real Sociedad de los noventa. También un colchón y un radiador frío. Licencia de amor B y P, dice el colectivo nucbeade, formado por Quiela Nuc (Madrid, 1990) y Andrea Beade (A Coruña, 1988). Un cuarto propio de represión y vidas no normativas. Isabel Marcos (Madrid, 1986) indaga en la carga política de los fluidos corporales y del agua, entrando en el hidrofeminismo y en la idea de oasis, y Lucía Bayón (Madrid, 1994), con su catálogo tejano y su inventario personal, lanza un canto a lo infraordinario que la coloca en lo mejor de esta muestra.

En realidad, el pato de la entrada es una oca y la exposición un juego lleno de saltos hacia delante y hacia atrás, donde no hay certezas. En esos senderos se mueve la Generación 2021, especialmente crítica, telúrica, viscosa, política, dispar y referencial. Una genealogía de artistas que siempre vuelven a esa baldosa que baila, y donde los rituales colectivos tienen tanto peso como la materialidad de las ideas. Lo escultórico en la casilla de llegada.

Generación 2021. La Casa Encendida. Madrid. Hasta el 20 de mayo.

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