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La victoria moral de las series españolas

La santa trinidad formada por ‘Patria’, ‘Veneno’ y ‘Antidisturbios’ refleja tres maneras distintas de entender el potencial del medio televisivo, del clasicismo canónico a la innovación temática y formal

Una imagen de la serie 'Patria'.
Una imagen de la serie 'Patria'.HBO ESPAÑA
Tom C. Avendaño

La televisión nos iba a salvar. Todo el mundo estaba en casa. Las series de 2020 ya estaban rodadas y listas para estrenarse (¡estrenos en 2020!). Había tiempo, había ganas. Era cuestión de sentarse y dejarse llevar por la magia de la evasión. Lo que pasó fue, como todo este año, algo diferente: hubo estrenos excelentes, pero todo siguió igual.

El consenso de que este ha sido el mejor año para la ficción española es inapelable, paquidérmico, casi soviético. Solo lo ha superado la discrepancia acerca de qué serie se lleva la palma sobre todas las demás. Hay una santa trinidad de la excelencia, compuesta por Veneno, Patria y Antidisturbios, tres títulos provenientes de tres casas distintas (Atresmedia, HBO España y Movistar) y que, además, muestran tres formas diferentes de entender el potencial de la televisión, del clasicismo canónico de Patria a la innovación de fondo y forma de Veneno.

La variedad que ofrecen es tan rica e intrigante que la lucha por aureolar una por encima de las otras resulta absurda y, qué nos pensábamos, inevitable. Sí hay una ganadora moral: Veneno ha sido aclamada en su estreno en Estados Unidos como nunca se ha aclamado una ficción española (el destino que muchos le auguraban a Patria, que en su lugar ha tenido buenos ecos en Francia). Los popes del colectivo LGTBIQ, del teniente general de la cultura drag RuPaul para abajo, la han aplaudido y le han regalado la etiqueta más valiosa de la televisión estadounidense: Prestige TV. The New Yorker, la biblia de lo highbrow, la considera una de las series del año; Vulture, la de lo lowbrow, también. El triunfo español de 2020 es Veneno.

Escena de 'Normal People'.
Escena de 'Normal People'.

Fuera de España se encuentra lo contrario a una santa trinidad: hay una multitud de series por las que nadie ha mostrado particular devoción. Incluso en un año que ostenta el récord de personas echadas en el sofá, sin gran cosa que hacer o pensar, más allá de desear el fin de la cuarentena, no ha habido un gran título capaz de unificar a millones de espectadores, o de conectar de manera fulminante con el momento actual. Sí ha sido el auge de la comfort TV, la televisión como consuelo, de esconderse de la realidad en Friends o en The Office o cualquier malo conocido que sabemos que nos mejora el ánimo. Los devotos de las series siguen disfrutando de las novedades, pero la televisión ha desaparecido de las portadas de los periódicos, donde en su día sí se habló de Juego de tronos o Mad Men. El dominio que el medio llegó a tener en la conversación cultural ha empezado a difuminarse este año.

¿Qué alivio debe ofrecer la televisión, con su disposición hacia lo inmediato y lo efímero, en un mundo en pandemia? ¿Llevar a sus series la realidad de las mascarillas y los respiradores y el gel hidroalcohólico y convertir así el virus en algo inescapable? ¿O meter a sus personajes en un mundo paralelo sin coronavirus y arriesgarse a alienar a los espectadores? Las mejores series del año hablaban de los problemas de un mundo sin virus, ya fuera directamente (Podría destruirte, Yo nunca, Normal People) o por alusiones (Mrs America, The Great y La conjura contra América tienen ambientaciones históricas y preocupaciones actuales). Ha habido intentos de hablar del virus (Hecho en casa en Netflix, Relatos confinados en Amazon) que han pasado sin pena ni gloria. ¿Se podrá contar algo tan épico y personal como esta pandemia en televisión? 2021 dirá.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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