“El verdadero triunfo del discurso conservador es la autocensura”
Nuria Enguita, nueva directora del IVAM y una de las pocas mujeres al frente de un gran museo español, insta a “volver a estudiar la historia del arte” para eliminar los sesgos del pasado
Se aficionó al arte cuando, siendo adolescente, trabó amistad con algunos artistas en el Madrid de la Movida. Tras acabar la carrera, entró a trabajar en el Institut València d’Art Modern. Y ahora, 22 años después, Nuria Enguita ha vuelto al IVAM para dirigirlo. Antes, ejerció de directora artística de la Fundació Tàpies de Barcelona, de comisaria de exposiciones (y de la Bienal de São Paolo en 2014) y de editora de revistas de arte (Afterall, Concreta), hasta poner en marcha como directora el espacio privado Bombas Gens en Valencia. Desde septiembre y tras un concurso público, Enguita, de 52 años, lleva las riendas del IVAM, cuya colección “de arte de vanguardia única en España” pretende relanzar con nuevas líneas de trabajo, como la introducción de lo popular, superada la vieja distinción entre alta y baja cultura.
Pregunta. Cuando se presentó como directora del museo afirmó que pretendía recuperar el impulso utópico con el que se creó el IVAM en 1989 ¿A qué se refiere?
Respuesta. La historia no se puede recuperar como tal. Pero en los primeros años del IVAM se puso de manifiesto una idea de utopía necesaria, algo que te permite ir hasta el fondo aprovechando el momento y el contexto, y esos impulsos me interesan. Ahora hay otras circunstancias, pero también una idea de un principio esperanzador que permite que el aquí y ahora tan duro que estamos viviendo con la pandemia no sea lo único que tenemos.
P. ¿El aquí y ahora del que hablaba Walter Benjamin?
R. En el sentido de que Benjamin planteaba que hay un instante de relámpago, una idea que siempre viene del pasado y que es el resultado de un antes y de otro lugar. El arte permite un pensamiento más libre que otras disciplinas y eso es lo que un museo puede ofrecer.
P. ¿Qué puede ofrecer un museo con la actual pandemia?
R. El problema ahora es la movilidad. El público es una cosa importante pero un museo no es solo su público. Un museo ha de tener una presencia diseminada en la sociedad, en relación con otras instituciones y con la ciudadanía, que vaya más allá de la mera visita.
P. Detrás del IVAM viven algunos vecinos que nunca han entrado en el museo y lo consideran elitista, ajeno a su clase social. ¿Cómo se puede romper esa barrera?
R. Hay que trabajar en la inclusión de las personas, no solo en los museos, sino en la mayoría de las manifestaciones de la cultura y de la educación. Como bien estudió Pierre Bourdieu, hay un sesgo de clase. Por muchos efectos igualadores que planteemos, la familia, el origen, sigue pesando mucho. Si queremos que otro tipo de personas entren en los museos que no sean de clase media y alta, y predominantemente blancos, tenemos que trabajar. Y para ello hay que plantear cuestiones que les interese a ellos. Es también el caso de los adolescentes.
P. Es una de las pocas mujeres al frente de un museo en España, junto a Beatriz Herráez en Artium (Vitoria) o Imma Prieto en Es Baluard (Palma de Mallorca). ¿No ha mejorado la situación?
R. Las mujeres parece que siempre tienen que ser extraordinarias. Hay algo de excepcionalidad todavía en que una mujer haga cosas. La posibilidad de acceso sí ha mejorado, de presentación a concursos. Pero falta mucho camino por recorrer. Aunque yo tengo que decir que nunca me ha sentido discriminada, al margen de alguna actitud paternalista.
P. ¿Cree que en los años ochenta instituciones como la National Gallery de Washington o la Tate Modern de Londres hubieran acordado aplazar, como ha sucedido ahora, una gran exposición de un artista tan consagrado como Philip Guston, que caricaturizaba al Ku Klux Klan en sus obras, para evitarse problemas?
R. Creo que no. Estamos en un momento muy complejo. Hay un triunfo del puritanismo y de lo políticamente correcto mal entendido. El arte es un lugar de extraterritorialidad en el que se deben plantear cuestiones de todo tipo que preocupan al ser humano. Los auges de la extrema derecha se reflejan también en los discursos de la cultura y del pensamiento. Dicho esto, hay que tener cuidado, estamos en un mundo muy polarizado.
P. También hay posiciones progresistas detrás la cultura de la cancelación, ¿no? ¿Esa ultracorrección también ha llegado a España?
R. Sí, es cierto lo de la cultura de la cancelación. Y creo que lo políticamente correcto ha permeado absolutamente en España en los últimos años. El discurso de la cultura se ha hecho mucho más conservador. No solo en el arte. Hay mucha sospecha y mucha autocensura, y el verdadero triunfo del discurso conservador es la autocensura.
P. Esto afecta también directamente a la libertad de expresión...
R. Este es un debate complicado, no debemos ceder ante los discursos hegemónicos, hemos de resistir, pero siempre teniendo en cuenta los contextos.
P. En unas semanas se fijará la fecha del juicio contra Consuelo Ciscar, acusada de varios delitos de corrupción durante su mandato del IVAM entre 2004 y 2014. ¿Será también un juicio a una forma de hacer y gestionar el arte contemporáneo en España?
R. Lo único que puedo decir es que esa etapa fue una anomalía y no debería repetirse. Y creo que respondía también a un sistema que se instauró entonces social y políticamente en Valencia, aunque no solo aquí.
P. ¿El museo continúa estigmatizado por aquella etapa en el mundo del arte?
R. Ya no creo que sea un estigma. No lo siento. No lo veo. Lo que habla bien de este museo y de la sociedad que lo acoge.
P. Entró a trabajar muy joven en el museo y en el mundo del arte, ¿ha encontrado muchas diferencias en estos 30 años?
P. Ha habido una exacerbación de la globalización que comenzaba en los noventa y parecía que iba a solucionar cosas y se han visto ahora todas sus carencias, sus dificultades y sus desigualdades. Espero que haya una desglobalización física que no conceptual. Y la historia del arte que yo estudié la tenemos que volver a estudiar, porque era muy sesgada. Ya no sirve aquella historia que nos enseñaron de los años ochenta. Los movimientos feministas y decoloniales, y cómo hemos aprendido a mirar a otros lugares a consecuencia también de esa globalización, lo cambian todo. La visión canónica del arte ya no da las claves de interpretación de la sociedad actual.
P. En política se dice que, si se pone mucho el foco en las minorías, se pierde la mayoría...
R. Bueno, yo no soy politóloga ni socióloga, y tampoco las mujeres somos una minoría. Lo que puedo decir es que todos los movimientos de mediados de los años sesenta, que retoman muchas cosas de la modernidad, nos obligan a pensar y mirar de manera distinta, a apreciar mucho más la diversidad. Las sociedades ya no son solo las mayorías. Creo también que hemos superado esos movimientos identitarios para hacer políticas que tiene en cuenta la diversidad de cada uno, pero son comunes a todos. Esto es muy importante para mí: las luchas son ahora comunes, y sin obviar las identidades particulares de cada uno.
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