Trump eleva la presión sobre Maduro con un ataque con 11 muertos cerca de Venezuela
El presidente venezolano evita referirse a la destrucción de una lancha que supuestamente portaba droga

Estados Unidos ha pasado de la retórica a la acción. La Casa Blanca ha celebrado como un gran acontecimiento que este martes su contingente militar desplegado en el sur del Caribe hiciera saltar por los aires una lancha que había zarpado de Venezuela. Ninguno de los 11 tripulantes a bordo ha sobrevivido a lo que parece ser el impacto de un misil, según las imágenes que ha difundido el Gobierno estadounidense.
La relevancia que le ha dado Donald Trump al ataque en aguas internacionales aumenta la presión sobre Nicolás Maduro, a quien Washington pide que se entregue a la justicia por liderar un cartel de la droga a escala internacional. En una comparecencia televisada, el presidente de Venezuela no se ha referido de forma explícita a lo ocurrido. Sí lo ha hecho, irónicamente, al finalizar con una canción de Rubén Blades: el clásico antiestadounidense Tiburón.
El Gobierno chavista se encuentra bajo una presión militar inédita. Trump ha desplegado en las últimas semanas tres destructores, aviones de espionaje P-8, acorazados y un submarino nuclear en algún punto sin determinar del mar Caribe. Aunque no puede saberse su ubicación exacta porque sus sistemas electrónicos bloquean las señales de radar, algunos expertos sitúan el contingente en el límite con las aguas internacionales venezolanas. La exhibición de fuerza pretende amedrentar a los carteles de la droga que envían sus cargamentos a EE UU, pero no solo a ellos. También a una persona con nombres y apellidos: Nicolás Maduro.
El presidente de Venezuela ha captado el mensaje, ha desplegado tropas en la frontera y se dice dispuesto a declararse en lucha armada. Por todo el país se anima a la población a unirse a una milicia que enfrente una hipotética incursión militar norteamericana, aunque pueda ser claramente superada en fuerza.
El Departamento de Estado asegura que Maduro lidera el Cartel de los Soles, una organización a la que ha declarado terrorista para que pueda ser enfrentada por su ejército. Por el momento no se han mostrado pruebas de que el sucesor de Chávez se encuentre detrás de esta organización.
Maduro ha vivido muchos momentos de incertidumbre en sus 12 años al frente del país, pero ninguno de esta envergadura. Se encuentra aislado internacionalmente desde que el año pasado se declarase ganador de unas elecciones presidenciales a todas luces amañadas.
El chavismo desató una represión en el país con miles de detenidos, y el virtual ganador de esas elecciones, Edmundo González, se exilió en España. Ni siquiera las potencias de izquierda en Latinoamérica, como Colombia, México y Brasil, reconocieron su autoproclamación. Sin embargo, logró permanecer en el cargo de una manera que le ha dado mucho éxito al chavismo: el desgaste que provoca el paso del tiempo. Poco a poco, la situación política venezolana se fue difuminando en la agenda internacional.
La llegada de Trump a la Casa Blanca fue celebrada con entusiasmo por María Corina Machado, la líder absoluta de la oposición venezolana. El magnate llegaba acompañado del secretario de Estado, Marco Rubio, amigo personal de Machado y que había usado durante su carrera política un lenguaje muy agresivo contra los regímenes de Cuba y Venezuela. Se le considera, de hecho, el principal promotor dentro de la Administración de Trump contra las sanciones y la presión económica contra esos países.
Giro frente al acercamiento inicial
Sin embargo, el presidente de EE UU se acercó en sus primeros meses de mandato a Maduro al enviar a Caracas a su enviado a misiones especiales, Richard Grenell. El funcionario americano se fotografió con el presidente venezolano en el palacio de Miraflores, la residencia presidencial, mientras ambos observaban una espada de Simón Bolívar. En el avión de vuelta se llevó a seis estadounidenses presos en Venezuela. En Washington se decía que Grenell, cercano a los intereses de los empresarios petroleros, le llevaba ventaja a Rubio en este tema.
Más tarde llegó el acuerdo para que el gigante fósil Chevron continuase operando en Venezuela, aportando ingresos vitales para las arcas públicas de ese país. Y la autorización para que llegasen deportados locales desde suelo estadounidense.
Muchos interpretaron estos movimientos como una forma de darle aire al Gobierno de Maduro. El chavismo confiaba —y todavía confía— en la política no intervencionista con la que llegó Trump al poder, que aboga por limitar los compromisos militares y diplomáticos de EE UU en el extranjero. Sin embargo, también saben que se trata de una persona impredecible, que descoloca a sus propios asesores —le recomendaban no atacar a Irán y lo hizo—.
“El principal enemigo nuestro es Marco Rubio”, cuenta por mensajes un jerarca chavista. Asegura que el entorno del presidente se encuentra “tranquilo” y no cree que vaya a ocurrir ninguna invasión. “Estamos abiertos a hablar de cualquier cosa”, añade. El chavismo se mueve, como siempre lo ha hecho, entre dos tensiones: utilizar una retórica dura y provocadora y al tiempo mostrarse siempre dispuesto a negociar. De hecho, pocas veces ataca de manera frontal a Trump. En las alocuciones, el blanco de las críticas de Maduro suele ser Rubio, a quien acusa de envenenar con sus ideas al presidente.
En cuestión de semanas, la escalada ha llegado a cotas inimaginables. El despliegue en el mar Caribe supuso una primera llamada de atención a Maduro, pero tocaba ver cuál era el siguiente paso de Washington. Se ha visto en un vídeo desclasificado cuál ha sido: destruir en cuestión de segundos una barcaza salida de Venezuela y aniquilar a todas las personas a bordo. El mensaje ha sido enviado.
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