Maduro se proclama presidente de Venezuela sin mostrar las actas electorales
El líder chavista jura el cargo en una ceremonia ampliamente repudiada por la comunidad internacional que el opositor Edmundo González califica de “golpe de Estado”
Nicolás Maduro Moros se ha proclamado este viernes presidente de Venezuela sin haber rebatido las pruebas de que cometió un fraude en las elecciones, presentadas por la oposición y los observadores internacionales. “Esta toma de posesión no la pudieron impedir”, dijo con la banda presidencial cruzándole el pecho. En un momento dado, se burló de su contrincante en las urnas, Edmundo González, el opositor que, de acuerdo al cotejo imparcial de las actas, venció en las urnas claramente a Maduro. “Estoy esperando a que llegue, estoy nervioso”, dijo entre las risas de los presentes en el evento.
Edmundo González no entró en Venezuela, tal y como había anunciado en la víspera. El chavismo activó el sistema de defensa aérea, por lo que el avión en el que pretendía ingresar iba a ser derribado. “Le he pedido que no lo haga porque su integridad es fundamental para la derrota final del régimen y la transición democrática”, explicó María Corina Machado, la líder de la oposición. El diplomático de carrera llegó a sopesar presentarse en la frontera y entregarse a las autoridades chavistas, pero su entorno lo disuadió. Horas después, apareció él mismo para explicar que, en efecto, aviones armados surcaban el espacio aéreo venezolano durante la toma de la posesión, que él considera un “golpe de Estado”.
Insistió en que no abandonará la lucha y que regresará algún día: “Estoy listo para el ingreso seguro en el momento propicio. Haré valer los votos que representan la recuperación de nuestra democracia”. Para acabar, se presentó en su calidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas venezolanas, a las que les pidió lealtad. “Ordeno al alto mando militar desconocer órdenes ilegales que le sean dadas por quienes confisquen el poder y preparen mis condiciones de seguridad para asumir el cargo de presidente”.
Una sensación de inquietud rodeó el acto de posesión de Maduro, del que no se había anunciado ni la hora ni el lugar exacto. Al final se llevó a cabo en el salón Elíptico de la Asamblea Nacional, un escenario inusual para esta ceremonia. El encargado de las operaciones militares chavistas desplegó horas antes en el terreno un sistema de misiles antiaéreo 9k37 BUK, de fabricación rusa, como forma de disuasión. Se cerraron las fronteras con Colombia. El Gobierno de Maduro quería evitar por tierra y aire que el opositor entrara a su territorio, como había prometido. Ese mensaje, repetido con insistencia desde hace un mes y replicado por presidentes de otros países, había colocado al chavismo en estado de alerta.
Pasadas las diez de la mañana en Caracas, Maduro llegó al recinto de la Asamblea Nacional de la mano de su esposa, Cilia Flores, a la que conoció durante las visitas a la prisión que ambos le hacían a Hugo Chávez, encarcelado por un intento de golpe de Estado a principios de los años noventa. Una alfombra roja les esperaba para acceder al edificio. La pequeña sala, decorada con retratos al óleo de personajes ilustres, estaba repleta. Destacaba la presencia de Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel, los presidentes de Nicaragua y Cuba, respectivamente. Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea y hombre para todo de Maduro, fue el encargado de oficiar el acto. Su jefe ejercerá un tercer mandato.
Para espantar la sombra de la ilegitimidad, Maduro hizo énfasis en la simbología alrededor del momento. La banda cosida por mujeres líderes de una parroquia. El collar con las llaves del arca que guarda el acta de independencia. El sarcófago de Bolívar. La mirada grave, la pose solemne. “Un momento cargado de historia”, decía un locutor de la televisión pública mientras Rodríguez rozaba con la tela los hombros de Maduro.
Consumada la toma de posesión, Maduro parecía emocionado. En el discurso que dio a continuación, de más de una hora, dejó una frase que explica el atrincheramiento de su Gobierno a pesar del resultado: “Juré por lealtad absoluta a su legado”. Se refería a Chávez, por el que siente devoción desde hace 30 años, 12 después de muerto. Bajo ese embrujo fue su vicepresidente y canciller.
La cúpula chavista, desde la misma noche del 28 de julio, cuando empezaron a llegar al Consejo Nacional Electoral (CNE) las actas con los resultados, se encerró en sí misma y no se dejó permear por las voces más moderadas dentro del movimiento que señalaban que ir a la oposición no sería el final ni una claudicación. Solo una manera de normalizar la vida política local, reagruparse y regresar al poder. Jóvenes como Nicolás Maduro Guerra, el hijo del presidente, abogaban por este camino, como contó en una entrevista a EL PAÍS.
Las declaraciones que hizo le valieron la crítica mordaz del número dos del chavismo, Diosdado Cabello, con tanto poder como para regañar en público al único hijo de Maduro. Los viejos, los que habían conocido bien al comandante, se encastillaron en que aceptar una derrota era traicionar a Chávez, escupir en su legado. En virtud a esa “lealtad emocional” a la revolución bolivariana, se posesionó Maduro sin pruebas de haber recibido la aprobación de la mayoría de los venezolanos.
El presidente llevaba una semana presentando programas de televisión en directo, igual que Cabello. En eso han seguido al pie de la letra a Chávez, que en uno de sus últimos años de vida estuvo en el aire más de 1.000 horas. Ahí ha cargado contra todo y contra todos. La toma de posesión fue el escenario ideal para seguir en esa línea. Acusó a sus enemigos de tratar de convertir la juramentación “en una guerra mundial”. “Digan lo que digan, no la pudieron impedir. Es una gran victoria de la gente que quiere paz”.
Usó toda la retórica chavista antimperialista, supuestamente antifascista, antiespañola, que tenía a mano. No se olvidó del presidente de Argentina: “La extrema derecha dirigida por un nazi sionista, un sádico como Javier Milei. Cree que le puede imponer a Venezuela un presidente”.
Edmundo González no apareció, pero sí lo hizo Machado, la líder del movimiento. Ella lo escogió a él como candidato cuando le prohibieron presentarse a las elecciones el año pasado. En cuestión de una semana de campaña, Edmundo González se hizo enormemente popular. Machado dijo ahora que era mejor que en su calidad de presidente electo Edmundo González no arriesgase su vida y continuase en el extranjero mientras ella vive en Caracas. Machado aseguró que Maduro acababa de consolidar “un golpe de Estado” frente a todos los venezolanos. “No se puso la bandera en el pecho, sino en el tobillo como un grillete que cada día le aprieta más”, dijo de manera muy gráfica. Sobre el futuro de Edmundo González, añadió: “Vendrá a Venezuela a juramentarse como presidente constitucional en el momento correcto, cuando las condiciones sean las adecuadas”.
Estados Unidos estaba pendiente de la consumación de la cuestionada proclamación para darle al botón y anunciar que eleva a 25 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la detención de Maduro y Diosdado Cabello. Es el máximo permitido por ley, no hay más, lo que los mete en la lista de enemigos públicos número uno de Washington. La del ministro de Defensa, Vladimir Padrino, sube a 15. Maduro, ajeno, fue hasta la academia militar a proseguir su jornada. Aunque haya un hombre que se ha enfundado la banda, el asunto no está ni mucho menos cerrado.
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